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CityLab Medio Ambiente

La escasez de alimentos surge como una de las principales amenazas durante catástrofes naturales

Grandes ciudades como Nueva York solo tienen alimentos para cuatro o cinco días en caso de un desastre. ¿Qué sucede con localidades más pequeñas, en situaciones como un huracán o una inundación?
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25 Ago 2017 – 12:35 PM EDT
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Los desastres naturales pueden dañar la comida, las tiendas y dificultar el a supermercados. Crédito: Elijah Nouvelage/Getty Images

Después de ser sumergida bajo las inundaciones provocadas por el huracán Katrina, la Circle Food Store —una tienda de comestibles cuyos dueños son afroestadounidenses y que ha estado atendiendo al séptimo distrito de Nueva Orleans desde 1938— tuvo que cerrar por ocho años. Con el tiempo —y gracias al apoyo de financiamiento federal y subvenciones locales— volvió a abrir sus puertas en 2014. Pero a principios de este mes las aguas crecieron de nuevo.

El agua estancada creció a medida que la lluvia cayó con fuerza por toda la ciudad y las bombas para evacuar el torrente carecían de energía. La marea se tragó los estantes en Circle Food. De acuerdo a Dwayne Boudreaux Jr., dueño de la tienda, el agua no había llegado tan alto desde Katrina, hace ya más de una década.

Mientras la tienda seguía anegada, los vecinos no tenían opciones para conseguir alimentos. “La mayoría de mis clientes no tienen transporte”, según explicó Boudreaux a la estación noticiera WWLTV. “Esta es la única tienda de comestibles adónde van. Caminan hasta acá”.

La inundación directa es sólo la manera más obvia en que el alimentario puede ser erradicado durante condiciones de tiempo extremo. La comida llega a las grandes ciudades todos los días, con frecuencia mediante vías de tren o carreteras. Cuando los escombros de una tormenta obstruyen esas arterias, las condiciones resultantes pueden dejar a los residentes con cantidades limitadas de alimentos incluso cuando exista un mar de comercios. Las reservas se agotan rápidamente. Tal como notó Kate Cox en The New Food Economy (La nueva economía alimentaria), en una situación promedio, Nueva York sólo pueden suministrar alimentos a los residentes durante 4 ó 5 días.

A medida que los centros urbanos enfrentan la amenaza de azotes cada vez más severos causados por eventos extremos de tiempo, coaliciones de investigadores y autoridades de ciudades están luchando por contestar una pregunta crítica: ¿en qué consiste un sistema alimentario que pueda resistir a catástrofes?

Incorporar la planificación de sistemas alimentarios a las estrategias de resiliencia urbana “es algo sumamente nuevo para muchas ciudades”.


El Johns Hopkins Center for a Livable Future (Centro Johns Hopkins para un Futuro Vivible o CLF por sus siglas en inglés) y la Baltimore Office of Sustainability (Oficina de Sustentabilidad de Baltimore) ofrecen varias soluciones al respecto en un nuevo reporte centrado en aliviar perturbaciones del sistema alimentario causadas por varias emergencias, como tormentas, ataques terroristas, apagones y pandemias. Las tormentas pueden enredar las condiciones en carreteras y atrasar las entregas. Aparte de hacer que los alimentos perecederos o congelados se echen a perder, los apagones quizás impidan que los consumidores usen sus beneficios EBT (cupones o tarjetas para la asistencia pública) o que saquen dinero en efectivo para pagar por alimentos.

Incorporar la planificación de sistemas alimentarios a las estrategias de resiliencia urbana “es algo sumamente nuevo para muchas ciudades”, dice Erin Biehl, la autora principal del reporte y una coordinadora sénior de programas en el Programa de Sustentabilidad del Sistema Alimentario y Salud Pública del CLF (en 2014 Boston fue la primera ciudad estadounidense en planificar para las repercusiones que los desastres podrían tener para el sistema alimentario). “Ahora hay muchos esfuerzos para abordar amenazas futuras, especialmente debido al cambio climático, particularmente en ciudades costeras que quizás experimenten tormentas más frecuentes e intensas”, agrega Biehl. Más adelante, durante este año Baltimore incorporará a algunas de las sugerencias del reporte a la próxima actualización de su Plan de Preparación para Desastres.

Las recomendaciones de los investigadores de CLF incluyen establecer y practicar planes de emergencia, diversificar las fuentes de alimentos entrantes y las rutas que se usan para llevarlos a la ciudad y crear relaciones entre los productores locales y los distribuidores. De tal modo, por ejemplo, granjeros urbanos podrían ayudar a suministrar a una despensa pública de comida si su organización donante primaria temporalmente quedara fuera de servicio.

Esas sugerencias hacen eco de una conclusión de un reporte publicado el invierno pasado que encontró que, en comparación con varias ciudades encuestadas, la ciudad de Madison en Wisconsin tuvo una ventaja porque sus almacenes alimentarios principales estaban ubicados fuera de la ciudad, lo cual significaba que no serían amenazados por los mismos factores que azotarían al centro de la ciudad. Además, la ciudad desarrolló una red de rutas redundantes, la cual incrementa las probabilidades de que los alimentos tendría por lo menos una ruta hacia la ciudad incluso si algunas vías estuvieran intransitables, según indican investigaciones realizadas por la Initiative for a Competitive Inner City en asociación con Fundación Rockefeller.

Recuperarse después de tormentas puede ser particularmente difícil para las operaciones más pequeñas. En entrevistas con investigadores del CLF, muchos negocios detallaron tácticas creativas para la mitigación que ya están empleando, tales como guardar comida en hielo seco o en camiones refrigerados antes de que se eche a perder. Pero las despensas públicas de comidas con poco personal o tiendas independientes quizás no puedan costear generadores eléctricos de emergencia o limpiezas completas del local, y esto puede traducirse en tiempos más largos de recuperación.

Esta es una lucha que Boudreaux, en Nueva Orleans, conoce personalmente. En cuanto ya no había charcos en el piso de Circle Food, “muchas personas empezaron a llegar a la puerta, pensando que, como ya no había agua, yo simplemente podría abrir las puertas y suministrarles comestibles”, dice Boudreaux. “Pero eso no funciona así”. El personal y algunos voluntarios limpiaron a los estantes con cloro, aplicaron tratamientos para el moho y llamaron a electricistas para que vinieran a evaluar refrigeradores. La comida perecedera se tiró a la basura y se frenaron totalmente las ventas de la tienda.

Doce años después de Katrina, Boudreaux dice que aún no está seguro si tiene un plan para evitar futura destrucción más allá de almacenar bolsas de arena para bloquear la entrada de agua. “No sé lo que están haciendo sobre el drenaje en la ciudad y no sé qué puedo hacer para protegerme”, dice. El bodeguero ahora está enfrentando daños nuevos con un valor de hasta un millón de dólares y se ha demorado la reapertura de la tienda porque parece que alguien se metió en los sistemas de refrigeración en el techo de la tienda y se robó los cables de cobre. “Si no tuviera seguro, estaría quebrado”, dice Boudreaux. “Probablemente más nunca podría volver a operar”.

“Si no tuviera seguro, estaría quebrado”, dice Boudreaux. “Probablemente más nunca podría volver a operar”.


Biehl enfatiza que la resiliencia de sistemas alimentarios también implica que se aborden las presiones actuales. Incluso en días de cielos azules, muchas familias ya luchan para obtener y poder costear alimentos saludables: un 25% de los residentes de Baltimore tienen inseguridad alimentaria y el inestable a los alimentos saludables es un asunto en cada condado de EEUU. Biehl dice que los esfuerzos por reducir este asunto en el presente podrían producir beneficios durante desastres lejanas, particularmente en el caso de residentes quienes viven en desiertos alimentarios. “ Si existieran vecindarios en donde hubiera más lugares para conseguir alimentos dentro de una distancia que se pudiera recorrer a pie y se presentaría un desastre que obstruyera las vías, teóricamente las personas aún podrían llegar a las fuentes alimentarias más fácilmente de lo que podrían en un área en donde no hubiera ningunas tiendas”, dice.

La Ciudad de Nueva York también está tomando medidas para proteger las fuentes primordiales de su sistema alimentario. La instalación distribuidora de Hunts Point —la cual incluye un mercado mayorista de frutas y verduras que se extiende a lo largo de 60 acres en El Bronx— es el puerto central que podría atrasar una gran parte del suministro alimentario de la ciudad. De hecho, abastece a más de la mitad de los restaurantes de la ciudad. Partes de la instalación (particularmente el mercado de carnes) están en terreno bajo y son vulnerables a la inundación durante una marejada ciclónica. Otras partes en terreno más alto aún podrían sufrir durante apagones. La Oficina de Recuperación y Resiliencia del Alcalde y la NYCEDC (siglas de la Corporación de Desarrollo Económico de la Ciudad de Nueva York) están canalizando una subvención para el desarrollo comunitario del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano del gobierno federal para la recuperación de desastres, todo con el fin de promover un puñado de propuestas y una serie de talleres comunitarios sobre la resiliencia local y la preparación para inundaciones en Hunts Point.

Con poca frecuencia se les ha designado como ‘servicios esenciales’ a los negocios alimentarios en casos de emergencia, “lo cual puede atrasar la restauración de infraestructura y servicios de agua y electricidad a las tiendas y prolongar cierres”, dicen los investigadores de CLF. El equipo sugiere designar proveedores alimentarios críticos en varios vecindarios e insta a las autoridades a priorizar la desobstrucción de vías y la restauración de electricidad a dichos locales con el fin de ayudarlos a reiniciar sus operaciones —y llevar comida a la gente— lo más rápido posible.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.

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