Este atlas muestra dónde el crecimiento urbano amenaza la biodiversidad

Para 2030, se espera que el mundo sume aproximadamente mil millones de personas más, haciendo que la población mundial alcance los 8,500 millones. Y si, como todo parece indicar, los seres humanos seguimos siendo cada vez más urbanos, la indiscriminada expansión de las ciudades solo puede agravar el panorama, arrebatando los preciados espacios que las aves silvestres, los mamíferos, las plantas y demás aún llaman hogar.
De hecho, en el planeta hay 423 grandes urbes (es decir, de más de 300,000 habitantes) ubicadas dentro de los 36 'hotspots' de biodiversidad, calificación dada a las regiones habitadas por una gran variedad de especies de animales y plantas que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Por otro lado, cuando examinamos la trayectoria de crecimiento de estas ciudades –modelada por el Seto Lab de la Universidad Yale-, un asombroso 90% de ellas pudiera, en cuestión de una década, acabar con los hábitats naturales de especies en peligro.
Esa es la conclusión fundamental de un estudio presentado durante el Foro Urbano Mundial con sede en Kuala Lumpur, capital de Malasia, por investigadores de la Universidad de Pennsylvania. El arquitecto paisajista Richard Weller (que condujo la investigación) confesó a CityLab por teléfono que esta conclusión debería ser una llamada de atención para repensar cómo deben proyectarse las ciudades, especialmente debido a que 2020 es la fecha límite para el logro del Objetivo 11 de las Metas de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, las que detallan la necesidad de integrar la biodiversidad a las agendas de desarrollo urbano.
Weller llevó a cabo el proyecto Atlas for the End of the World ( Atlas para el fin del mundo), que estudia la intersección de urbanización y biodiversidad. Si el nombre del proyecto no dispara las alarmas, lo harán entonces los mapas que incorpora y que ponen al descubierto las ‘zonas de conflicto’, donde los límites urbanos pueden crecer hasta absorber el hábitat amenazado. En esta galería a continuación se ven los mapas de varias ciudades latinoamericanas, que fueron publicadas por Weller en el contexto del Foro Urbano Mundial.
Con hallazgos de Seto Lab, los científicos cartografiaron el crecimiento estimado de esas 423 ciudades analizando otros dos conjuntos de datos: uno abarcando áreas de plantas nativas que desaparecen rápidamente; y el otro ilustrando los entornos de origen de unas 3,000 especies de mamíferos en vía de extinción o en peligro crítico de extinción. El equipo de expertos halló que si 383 urbes continúan expandiéndose a su ritmo actual, el resultado será la aparición de zonas de conflicto.
En un segundo análisis, los investigadores se enfocaron en un subconjunto de 33 ciudades (que llamaron ‘ hotspot cities’), comparando esta vez las proyecciones de crecimiento con los ámbitos de origen de animales no marinos. En la lista aparecen Bogotá, Brasilia, Guadalajara, Guayaquil, Ciudad de México, Santiago de Chile y Sao Paulo en América Latina. En EEUU, están Houston, Honolulu y Los Ángeles. Se espera que estas metrópolis experimenten el mayor crecimiento poblacional y la mayor expansión física en los años venideros, por lo que Weller afirma que deberían ser la principal prioridad en materia de proteger la biodiversidad.
“Lo que sostenemos es que al mundo le urge que estas ciudades formen una alianza”, enfatizó. “Necesitan trabajar juntas y compartir conocimientos acerca de sus situaciones para ayudarse unas a otras”.
En el sitio web del proyecto, los mapas de esas 33 ciudades delinean un cuadro preciso y desesperado de cuánto terreno se encamina a la destrucción, incluso con el crecimiento de solo una ciudad. Por ejemplo Yakarta, capital de Indonesia, ha estado por mucho tiempo en el radar de ambientalistas debido a su caótico modo de expandirse y a sus erráticos esfuerzos por evitar el cambio climático.
Yakarta, en Indonesia, y su crecimiento urbano proyectado. En rojo, las zonas de más conflicto con la biodiversidad (Atlas for the End of the World).
Para 2030, la capital asiática es probable que añada otros 3 millones a su actual población, y que sus confines sean, lógicamente, rebasados notablemente. La metrópolis pertenece a la reserva de Sundaland en Asia suroriental, cuyas especies están hoy día amenazadas por agresivas –y a menudo ilegales– talas de bosques para la producción de caucho, aceite de palma, así como por la construcción de carreteras y la caza furtiva.
Las áreas rojas representan las zonas de conflicto (urbano/natural): mientras más oscura sea la zona del mapa, más probabilidad de que el territorio se vea afectado. Las áreas de verde claro señalan zonas protegidas, al tiempo que las de verde oscuro indican regiones periurbanas que albergan ricos ecosistemas.
Esta iniciativa no busca darle prioridad, por sobre los humanos, a la flora y la fauna silvestres, recordó Weller: “La ciudad cuenta con una membrana a su alrededor; es esa suerte de tierra de nadie que en realidad tiene mucho potencial, porque se puede invertir en ella”. No solo los ecosistemas pueden proveer a las ciudades de saludables ecosistemas con abundancia de recursos, sino que ellos pueden también mitigar sequías, aminorar los efectos de inundaciones y retrasar la embestida del cambio climático.
Lagos, en Nigeria, ha tenido uno de los crecimientos más rápidos a nivel mundial (Atlas for the End of the World).
Una gran parte de las 33 ciudades antes referidas se ubica en países en desarrollo y su crecimiento involucra factores poco comunes en Estados Unidos. “Mucho de la expansión urbana es el resultado de personas migrando de zonas rurales a ciudades, y que no pueden costearse la vida más que en las periferias urbanas”, resaltó Weller. “Creemos que habrá miles de millones de personas habitando asentamientos informales este siglo, y ese es un problema, porque estas personas están construyendo su propia ciudad al margen de regulaciones y leyes de todo tipo”.
Lagos, en Nigeria, ha crecido de manera imparable y ha desarrollado buena parte de su territorio actual rellenando pantanos y destruyendo humedales y manglares, estos últimos barreras naturales contra las inundaciones. Su población es altamente vulnerable a los aumentos del nivel del mar, especialmente en las afueras de la urbe, plagadas de “llega y pon” que, como setas después de la lluvia, brotaron sin que mediara planificación formal alguna. Se espera que la población de Lagos, para 2050, se triplique, lo que se traduce en que muchas más personas vivirán en esas áreas, entorpeciendo el hábitat natural de especies acuáticas sobre todo. (El intento del gobierno de enmendar su original falta de planificación ha sido desastroso, dando lugar a desplazamientos masivos y a la violencia.)
El crecimiento de Los Ángeles y, en rojo, las áreas de conflicto entre esta expansión y la biodiversidad (Atlas for the End of the World).
Weller sostuvo que su equipo trata de “hacer una lectura crítica de cada ciudad, en términos de la autoconciencia que tengan acerca de su particular situación ambiental con respecto a la biodiversidad”, y para la mayoría, “no hay documentación de planificación significativa o de esfuerzos de diseño urbano que busquen evitar la ocurrencia de una desgracia natural”.
Algunas metrópolis son ciertamente más conscientes que otras, al menos en cuanto a combatir la avidez expansiva. Los Ángeles, recientemente, ha sido capaz de densificarse gracias, en gran medida, a las mejoras de su sistema de transporte público y a decretos alentadores en ese sentido. Pero como lo muestra el mapa de arriba, no se han eliminado aún las zonas de conflicto potenciales.
No es menos cierto que el diseño urbano puede contribuir a negociar con planificadores y constructores de la ciudad sobre el deber ser de la expansión urbana. Quizá, abundó Weller, los diseñadores pueden ayudar a explorar modos que avengan a una mayor densidad, o convenzan a los constructores de poner el foco en áreas alejadas de las reservas de biodiversidad.
El problema de cómo pensamos acerca de las ciudades, indicó Weller, es que “tendemos a ignorar la periferia y a obsesionarnos con el centro”. Sin embargo, no hay dudas de que podemos transformar nuestra percepción de las urbes. “Al menos en mi campo, en el siglo XXI, estamos empezando a comprender las ciudades como lo que son: ecosistemas. En otras palabras, las ciudades son también naturaleza”.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.