En mapas: 30 años de accidentes en los gasoductos y oleoductos de Estados Unidos

Este fin de semana, las tribus nativas que están protestando frente al oleoducto en Dakota del Norte se anotaron un gran triunfo, al bloquear el paso de este por sus tierras. Pero, ya incluso antes de esto, el revuelo causado por el proyecto Dakota Access Pipeline (oleoducto de 1,886 km de largo) había traído de vuelta el debate en torno a la seguridad de la infraestructura petrolera. Desde el inicio de las demostraciones, la Standing Rock Sioux Tribe ha hecho públicas sus preocupaciones acerca del impacto medioambiental del proyecto, señalando que una más temprana propuesta de trayectoria del oleoducto había sido rechazada, debido a razones vinculadas con la potencial contaminación del área de Bismarck, que abastece de agua a Dakota del Norte.
Los que apoyan la industria petrolera argumentan que los oleoductos son alternativas más seguras que el acarreo de combustible en camiones petroleros o trenes de carga.
“El análisis medioambiental que compara los oleoductos con los trenes encuentra que los primeros derivarán en menos incidentes, barriles liberados, lesiones personales, y emisiones de gases de efecto invernadero”, indica John Stoody, vocero de la Asociación de Oleoductos, en una declaración a CityLab. Él cita un resumen de impacto medioambiental desarrollado por el Departamento de Estado, el cual coteja el impacto de la entrega de petróleo crudo por medio de ferrocarriles y el que supone el propuesto oleoducto Keystone XL.
Además, un estudio de 2013 del centro de estudios conservador Instituto Manhattan halló que el transporte por carretera registró una tasa de accidentes anuales de 19.95 por cada mil millones de toneladas/millas. Mientras tanto, el transporte ferroviario reportó 2.08 incidentes, el cual, aunque bajo, es un índice superior al 0.89 por mil millones de toneladas/milla, en el caso de la transmisión de gas natural, y a 0.58 incidentes serios asociados a tuberías de líquidos peligrosos.
Sin embargo, previniendo acerca de los peligros de derrames, incendios y otros accidentes, los ecologistas señalan la falta de una adecuada regulación federal y estatal, así como las dificultades de mantener millones de millas de envejecida infraestructura. Datos del gobierno federal sugieren que tales preocupaciones deberían ser tomadas en serio.
Durante los últimos veinte años, más de 9,000 incidentes significativos relacionados con oleoductos o gasoductos han ocurrido en todo el país, según informaciones provenientes de la agencia Pipeline and Hazardous Materials Safety istration (PHMSA, por sus siglas en inglés), perteneciente al Departamento del Transporte. Los accidentes han provocado 548 muertos, 2,576 heridos, y más de 8,500 millones de dólares en daños financieros (sin contar los miles de casos menos “significativos” de mal funcionamiento ligados a estas tuberías).
Pero, para entender mejor el alcance de los daños, CityLab mapeó todos los accidentes significativos ocurridos entre 1986 y 2016, apoyándose en datos federales compilados por Richard Stover, un ambientalista y ex-astrónomo investigador de la Universidad de California, Santa Cruz.
Incidentes en oleoductos entre 1986 y 2016.
En el mapa de arriba, se relacionan las localidades donde, desde 1986, han ocurrido incidentes negativos ligados a gasoductos y oleoductos. En este caso, el gobierno federal proveyó información geográfica (nota: cuando no había información de las coordenadas geográficas, la geolocalización de Stover se basó en información de los condados. Además, él no incluyó datos de Alaska ni Hawái). En la medida en que es mayor el daño financiero asociado al incidente, estos últimos adquirieron en el mapa un tamaño más grande y fueron sombreados en un color más oscuro. Haga zoom sobre el mapa para tener una visión más detallada del incidente y haga clic sobre los puntitos negros individualmente para conocer especificidades sobre hechos fatales, heridas y costos financieros vinculados.
Stover señala que dichas localizaciones reflejan la presencia de redes de distribución de oleoductos y gasoductos a lo largo de todo el país, sugiriendo que dondequiera que se extiendan estas tuberías, vendrán luego accidentes fatales. Los incidentes son particularmente comunes, por ejemplo, en Texas y Louisiana, donde numerosas líneas transportan petróleo y gas, extraídos dentro y fuera del territorio estadounidense, para servir al resto del país.

Detalle de los incidentes en Texas y Louisiana.
“La industria petrolera sostiene que esta es la vía más segura, pero eso no significa que sea segura en sí”, ironiza Stover. “Hay daños a la propiedad. La gente muere. No existe, sencillamente, método seguro para transportar combustibles fósiles”.
A fin de ilustrar otras dimensiones de este problema, creamos mapas a intervalos de tiempo para así mostrar la acumulación de casos fatales y de lesiones asociados a estos incidentes. A continuación aparece uno de estos mapas –a intervalos de tiempo– de fatalidades ocurridas entre 1986 y 2016. Los incidentes de fatalidades representaron 372 del total de 9,006 incidentes significativos reportados en los últimos 20 años. Los puntos rojos, por su parte, indican casos que derivaron en muertes, y los negros, casos sin fatalidades que pudieran ser geolocalizadas.
Cronología de incidentes. Los puntos rojos implican casos donde falleció gente.
El próximo mapa ilustra los incidentes significativos que derivaron en lesiones o heridas (en amarillo) que pudieron ser geolocalizados. Estos sumaron 1,438 del total de 9,006 accidentes.
En este mapa se incluyen, en amarillo, las ocasiones donde hubo lesiones.
Como lo muestran los intervalos de tiempo, el número de incidentes serios ha subido recientemente en ciertos estados. En Texas, por ejemplo, los efectos del auge de la perforación pueden ser vistos en su ascendente tasa de accidentes: desde 2009, dicho estado ha tenido 497 incidentes, más de un centenar más que en los 7 años anteriores.
La activista Isabella Zizi, opuesta a la construcción y existencia de estos canales, y miembro de las tribus Northern Cheyenne, Arikara, y Muskogee Creek, es una organizadora del movimiento Idle No More SF Bay, el cual ha venido liderando un llamado nacional para evitar que instituciones financieras emitan fondos para la construcción del Dakota Access Pipeline. “Todos los derrames y las explosiones van a seguir ocurriendo y provocando desastres”, acota. “Esto sucede en todas partes, pero con todos apoyando Standing Rock, las personas se están percatando ahora de lo que hemos estados diciendo siempre acerca de la industria de combustibles fósiles”.
En cambio, el portavoz de la industria Stoody sostiene que, en general, el transporte por tuberías en Estados Unidos es seguro y que el combustible que mueve es crucial. “El año pasado, estos conductos entregaron en todo el país 16,200 millones de barriles de petróleo crudo y de sus productos derivados”, refiere. “Conforme los americanos continúan calentando sus hogares, se mueven en sus autos, se benefician de la medicina, de la industria cosmética, de la comida y otros productos de consumo, todos producidos a partir de materias primas derivadas de productos del petróleo, los canales, ya sean oleoductos o gasoductos, ayudarán a Estados Unidos a satisfacer sus necesidades”.
Si llegara a completarse, el Dakota Access Pipeline, de 1,172 millas, yendo desde Dakota del Norte hasta Illinois, transportaría 470,000 barriles de petróleo crudo por día. Al margen de lo que acontezca en Standing Rock, Zizi indica que prevé que los accidentes de esta índole sigan causando muertes en todo el país. “Yo vivo en Richmond, California, y fui testigo de la explosión en la refinería de Chevron en 2012”, añade. “Fue escalofriante, vivir a solo seis cuadras de distancia y ver ese humo negro cubriendo el sol. Dijeron que no había nada malo en ello, que permaneciéramos en casa. Pero todo esto está contaminando nuestra tierra, nuestros suelos, nuestro aire, nuestra agua. Y una vez que las cosas se contaminan, es difícil devolverlas a su estado natural”.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.