¿Deben las ciudades cerrar sus zoológicos?

Ha sido un año especialmente dramático para los zoológicos alrededor del mundo. En mayo, un hombre chileno entró a la jaula de los leones en el zoo de Santiago de Chile y, desnudo, abrazó a uno de los felinos por el cuello. Los guardias debieron dispararle a dos leones para salvarle la vida al hombre. Los animales fallecieron.
Unas semanas después, un niño de tres años cayó a la jaula de las gorilas en el zoológico de Cincinnati, Ohio, y un gorila, especie que está en grave peligro de extinción, terminó corriendo la misma suerte que los leones en Santiago.
El domingo pasado finalmente murió Arturo, conocido como “el oso polar más triste del mundo”. Este vivía en el zoológico de Mendoza (Argentina).
Y, además, después de un trágico 2015, en donde murieron una cría de jirafa, dos lobos marinos y una mara ( un roedor sudamericano), el alcalde de Buenos Aires ha anunciado que cerrará el zoológico de la ciudad de manera permanente.
Esta no es la primera autoridad pública en tomar esta medida en América Latina. Hace tres años, Costa Rica también empezó el proceso de cerrar todos los zoológicos nacionales, situación que podría estar lista después de 2024. Los zoos se transformarían en parques.
Luego de la muerte de los leones en Chile y el gorila en Cincinnati, el debate otra vez ha ido tomando fuerza en distintos puntos del mundo: ¿Es inherentemente inhumana la cautividad y exhibición de los animales? ¿Deben otras ciudades seguir en los pasos de Buenos Aires y cerrar los zoológicos a favor de otro tipo de conservación?
Hay varias maneras de considerar este problema.
El dinero
Por un lado, los zoológicos traen beneficios económicos a las ciudades, por lo menos en Estados Unidos. En 2013, un estudio de la Universidad de Cincinnati encontró que el zoológico de la ciudad tiene un impacto económico de 143 millones de dólares en el área metropolitana. También genera 1,700 trabajos y 51.7 millones de dólares en sueldos.
Otra investigación, comisionada por la Asociación Americana de Zoológicos y Acuarios, halló que estos recintos en Estados Unidos son una fuerza poderosa para la economía de sus comunidades. Por todo el país, los 212 zoológicos y acuarios certificados por la AZA generan 16 mil millones de dólares, emplean a 142,000 personas y reciben 179 millones de visitantes al año.
Pero no todos los zoológicos son tan exitosos: el de Buenos Aires, aunque es una de la destinaciones turísticas más populares de la ciudad, ha estado operando a pérdida para sus concesionarios, y estaba sufriendo de mala publicidad después de casos infames de osos polares en el zoo sufriendo bajo el sol en 2012.
Otros zoos latinoamericanos también han experimentado este tipo de problemas. En 2014, el zoológico de Quito vivió una fuerte crisis económica después de los sismos de ese año. La tasa de visitantes cayó en 75%, y los animales estaban en peligro de no recibir la comida y atención que necesitaban.
Martin Zordan, director ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Parques Zoológicos y Acuarios, está de acuerdo que los zoos de Latinoamérica enfrentan más dificultades económicas que los de EEUU.
“Cuando comparamos los recursos de los zoológicos [en diferentes regiones], tenemos que considerarlo en el contexto de las realidades de nuestros países”, dice él. “No hay duda que un zoológico latinoamericano no puede cobrar, por ejemplo, una tarifa de ingresos equivalente al promedio a lo que sería el costo de un boleto para un zoológico norteamericano o europeo”.
Pero aún así, Zordan argumenta que los zoológicos de la región son beneficiosos para las ciudades. “Los 46 zoológicos que tenemos en 13 países generan más que cinco mil trabajos, y más de 170 millones de dólares en salarios”, dice él. “Esto es un índice distinto de cómo impactan a la comunidad local de una manera positiva”.
Los animales
Hay abundante evidencia que demuestra que ciertos animales sufren en cautividad.
Los elefantes, por ejemplo, viven solo alrededor de 17 años en zoológicos, comparado con 56 años en libertad. Frecuentemente sufren de artritis e infecciones en las patas por pararse en superficies duras. Y muchos de ellos tienen hábitos repetitivos anormales causados por el estrés de la cautividad, como mover el cuerpo de un lado al otro constantemente.
“Es imposible construir un hábitat artificial adecuado para los elefantes”, dice Adam Roberts de la organización activista Born Free USA. “Ellos, y las orcas también, viajan hasta cien millas en un solo día, y viven en grupos grandes. Vivir en un zoo es como vivir en una estampilla”.
Los hechos parecen estar en acuerdo. En 2010, el zoo de Los Ángeles inauguró un nuevo hábitat para los elefantes que costó unos $42 millones. Constaba de 3.8 acres, con piscinas y una cascada para los animales. Aún así, un juez encontró en 2012 que los tres elefantes en la exhibición fueron maltratados por sus guardias, y que ciertos aspectos del hábitat eran inadecuados.
Después de la muerte del gorila Harambe en el zoo de Cincinnati, la organización Personas Para el Tratamiento Ético de los Animales (PETA) argumentó que los gorilas tienen necesidades que ningún zoo puede cumplir. Y es cierto que ha habido otros eventos, como el de un gorila agresivo que rompió el vidrio de su jaula en el zoo de Omaha, que parecen apoyar este razonamiento. Además, los gorilas en cautividad sufren de problemas cardiacos.
Pero este tipo de vida no siempre genera violencia entre los gorilas. En 1996, una gorila llamada Binti Jua en el zoo de Brookfield, Illinois, protegió a un niño de tres años que se cayó en su jaula y lo cargó, para llevarlo a los guardias.
“Los gorilas son diferentes a las orcas”, dijo Robert John Young, un experto en el comportamiento de animales, al Washington Post. Crear un hábitat suficiente bueno para un animal como las orcas sería muy caro y casi imposible, explicó Young. Pero los gorilas, por ser más chicos, “están en una situación más manejable” y así, pueden existir contentos en un zoo que los da todo que necesiten.
En definitiva, y más allá de los elefantes y las orcas, las condiciones del zoo son lo que determinan si los animales dentro de él viven vidas llenas o sufren en jaulas que no les convienen. Y construir jaulas apropiadas puede salir muy caro.
“Cada zoológico tiene una, dos, tres jaulas que quieren mejorar”, dice Ed Hansen, el CEO del Association of American Zookeepers. “Y ellos tratan de hacerlo. Pero construir los hábitats artificiales cuesta muchísimo dinero”.
La conservación
Uno de los argumentos más frecuentemente usados a favor de los zoológicos es que promueven la conservación y la conciencia de los animales en peligro de extinción.
En ciudades, donde no hay abundancia de oportunidades para encontrarse con la naturaleza, estas instituciones pueden ser la única manera de acercarse a los animales salvajes, dicen algunos expertos.
“Los zoológicos son espacios de educación”, añade Zordan. “Mucha gente nunca podría ver animales salvajes de otra manera, especialmente gente de bajos ingresos. Debemos apoyar esta potencialidad que tienen estas instituciones”.
En 2007, la AZA comisionó un estudio que encontró que los visitantes de zoológicos piensan más en su rol en problemas del medioambiente y conservación de animales. También sienten una conexión más fuerte a la naturaleza después de su visita.
Además, los mismos zoos trabajan en preservación ecológica. “Los zoológicos y los acuarios de la AZA destinan 160 millones de dólares cada año para salvar especies animales, y algunos directamente trabajan en proyectos para salvar especies de la extinción localmente y internacionalmente”, dice Rob Vernon, un vocero de la AZA.
En Latinoamérica, los zoológicos certificados por la ALPZA hacen un tipo específico de la conservación. “Los zoológicos en Latinoamérica prestan una serie de servicios cuando hay fauna herida”, dice Zordan.
“La verdad es que en nuestras ciudades causamos efectos, que hacen que haya animales heridos que necesitan atención veterinaria. Muchos de ellos no pueden ser reintegrados por la severidad de sus lesiones", explica Zordan. "Y en Latinoamérica, en muchos casos, los zoológicos son la única institución con la capacidad de tratar estos animales”.
Pero también existen críticas respecto a que los zoos no hacen lo suficiente con respeto a la conservación. En Latinoamérica, la ALPZA actualmente no tiene cifras sobre cuánto dinero contribuyen en este tema, aunque Zordan dice que están en el proceso de conseguirlos. Pero en muchos zoológicos en Estados Unidos, solo un 1% del presupuesto va a la conservación, dijo Paul Boyle del AZA a Take Part Magazine.
Y, en muchas circunstancias, los zoológicos no logran que las especies en peligro vuelvan a la libertad. “En su mayor parte, los zoos no crían animales para reintroducirlos a la vida salvaje”, dice Roberts. “Crían para aumentar la población del animal en los zoológicos. Para protegerlos de la extinción total, para que vivan por lo menos en cautividad”.
Para algunos activistas, esta es otra razón por la cual los zoológicos tienen una deuda con los animales. Pero, para otros, la urgencia de esta situación justamente los hace necesarios. “El nivel de amenaza que está experimentando la biodiversidad no nos permite el lujo de escapar de los zoos como herramienta de la conservación,” concluye Zordan.