El controvertido legado racial que dejará el comisionado de policía de Nueva York

El pasado martes, el comisionado del Departamento de la Policía de Nueva York (NYPD), acaso una de las figuras policiales más conocidas del país, anunció su renuncia. Durante una conferencia de prensa, Bill Bratton declaró: “A medida que avanzamos y nos enfrentamos con la crisis racial en Estados Unidos, el crimen y la amenaza del terrorismo, no existe un departamento mejor preparado [para estos desafíos] que el nuestro”.
El anuncio vino luego de una serie de golpes a la reputación de Bratton. Durante los últimos meses, el NYPD se ha visto más agitado que de costumbre por una investigación federal en el contexto de acusaciones de corrupción, implicando incluso a algunos de los agentes de más alto rango de Bratton. Y hace algo más de un mes, un informe del inspector general del NYPD repudió la famosa teoría que Bratton ha aplicado, conocida como “ broken windows” o "ventanas rotas". El estudio no encontró evidencias que probaran que el incremento de la observancia contra los crímenes de “ calidad de vida”, algo clave en esta aproximación, produjera una disminución de los delitos.
Justamente el martes, los criticos a la labor policial y de Black Lives Matter acamparon afuera de la Alcaldía y pidieron su dimisión. A su vez, del sindicato de la policía de Nueva York se manifestaban igualmente contra el comisionado a propósito de las negociaciones de contrato que se están realizando.
El periodo de Bratton, el cual incluyó importantes protestas contra la brutalidad policial, llegó a su fin en una ciudad donde las “crisis raciales”, como él mismo les llama, están aún lejos de resolverse. Los críticos sostienen que esto se debe, en buena medida, a la vigilancia racialmente desigual de los “crímenes de calidad de vida” y a las controvertidas redadas contra los jóvenes en barrios donde predominan los latinos.
En 2013, Bill de Blasio se convirtió en alcalde proponiendo, entre otras cosas, una campaña contra las políticas de “ detención y cacheo”, las cuales desproporcionalmente afectaban a las minorías. A su vez, el alcalde prometió sellar divisiones entre la policía y las comunidades latinas y negras de la ciudad. Pero la subsiguiente selección de Bratton por parte de Blasio como jefe del NYPD rápidamente enfrió tales esperanzas.
Bratton, que originalmente introdujo la “detención y cacheo” a mediados de los noventas, inmediatamente trató de implantar su filosofía de tolerancia cero. Pasados tres meses en su nuevo ejercicio, Bratton había triplicado el número de arrestos de “vendedores ambulantes y mendigos”, como parte de una agresiva campaña para limpiar los espacios públicos de músicos callejeros y gente sin hogar.
Entre 2001 y 2013, más de un 80% de las 7.3 millones de personas citadas por crímenes de “calidad de vida” eran negros o hispanos. A pesar del descontento político acerca de estas disparidades, Bratton usó su plataforma como el jefe de policía más prominente de la nación para hacer retroceder las propuestas del Consejo Municipal de Nueva York relativas a la descriminalización de los insignificantes crímenes de “calidad de vida”, tales como el consumo público de alcohol y andar en bicicleta sobre la acera.
Si bien Bratton ayudó a cumplir la promesa de campaña de De Blasio, consistente en concluir las tácticas de “detención y cacheo”, observadores legales señalan que el ex comisionado supervisó redadas de gánsteres de alto perfil en Manhattan, Brooklyn y El Bronx, arrestando cientos de adolescentes negros y latinos, para enjuiciarlos bajo controvertidas leyes sobre conspiración.
En declaraciones a CityLab, el sargento de la NYPD Brendan Ryan respondió a estas acusaciones acerca de las disparidades raciales ligadas a la doctrina de “calidad de vida” de Bratton y las actividades de vigilancia de pandillas. “El NYPD tiene que ver tanto con serios crímenes, como con violaciones de la calidad de vida allí donde se dan las quejas y existen las condiciones”, añadió.
Las redadas han ocurrido a pesar del hecho de que los crímenes vinculados a pandillas son relativamente bajos hoy en Nueva York si se le compara con otras ciudades. Algunos observadores legales dicen que la mayor actividad antipandillas es un pretexto para continuar prácticas del estilo “detención y cacheo”. En 2012, cuando fue anunciado el nuevo operativo anti-gánsteres por el NYPD, algo más de un 20% de todos los homicidios en la ciudad estaban relacionados con pandillas. En Chicago, mientras tanto, esta cifra era de un 80%.
La propia policía de Nueva York ha itido que la mayor parte de los destinatarios de estas operaciones antipandillas han sido grupos de jóvenes negros y latinos, amigos del vecindario, no de organizaciones del crimen organizado.
Y aunque varias de estas redadas de Bratton han tenido apenas conexión con actos de violencia, el NYPD continúa identificando estos grupos como gansteriles, permitiendo a los fiscales implicar mucho más fácilmente a los jóvenes, gracias a las ventajas en materia de evidencias de los estatutos de la conspiración criminal. Algunos críticos sostienen que dichas tácticas prolongan el uso colectivo de la represión por parte del NYPD contra las minorías raciales.
“No existe básicamente diferencia legal entre un ‘pandillero’ y un ‘miembro de un grupo’”, dice K. Babe Howell, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Nueva York. "Estamos en un mundo donde los resultados de la vigilancia de estos grupos implica que 50 personas sean declaradas responsables en un asesinato en el que se sabe quién disparó. [Los fiscales que trabajan con la policía] no tienen que probar que estabas ahí, sino que como coconspirador puedes arriesgar cadena perpetua si no te declaras culpable".
De acuerdo a un documento de la División de Inteligencia del NYPD hecho público en 2014, la policía de Nueva York puede identificar a jóvenes como de bandas gansteriles “amparada” en el criterio tan amplio como que un individuo esté parado en una conocida área de pandillas, o que esté usando supuestos colores de pandillas, o vinculado con conocidos pandilleros. Estas categorías podrían involucrar a muchas personas que crecen en los barrios pobres de Nueva York.
En una acusación ligada a una redada gansteril en 2014, la que involucraba a más de cien de los personas en Harlem, por ejemplo, la afiliación de dos de los acusados fue probada porque uno de ellos llevaba una cadena “con una foto conmemorativa” de un “miembro de una banda asesinado”, y el otro porque había publicado una foto suya en Facebook con un cartel dedicado a un amigo muerto. De los 103 acusados en la redada de Harlem en 2014, 93 se declararon culpables.
La era Bratton vio descender el índice de prácticas de detención y cacheo y de arrestos por drogas. Pero Josmar Trujillo, activista de la organización Neoyorkinos Contra Bratton, denunció que las redadas del comisionado se orientaban al mismo segmento poblacional que las prácticas de “detención y cacheo”.
“Ahora no se trata solo de un traficante de drogas”, dice Trujillo. “Sino de un traficante de drogas que además pertenece a una ‘viciosa pandilla’. Esto más difícil que otras personas defiendan a ese individuo en particular o, digámoslo de otra manera, o que critiquen el fenómeno del encarcelamiento masivo”.
Y este cambio, argumenta Trujillo, puede tener grandes implicaciones en el legado de Bratton. “Las tácticas pandilleras tienen relación con el encarcelamiento masivo, mientras que ‘ ventanas rotas’, por su parte, tenía relación con la criminalización masiva”, sostiene el activista. “Ahora ellos pueden deshacerse de la gente por el resto de su vida, y eso tendrá un impacto indeleble en los barrios de la ciudad”.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.