null: nullpx
CityLab Delincuencia

Cómo detener la violencia de pandillas en las ciudades

A pesar de que la primera respuesta suele ser la mano dura policial y la cárcel, la experiencia en EEUU demuestra que hay otras vías más efectivas.
Patrocina:
12 Oct 2016 – 12:20 PM EDT
Comparte
Default image alt
La policía especial antipandilla del condado de Suffolk hace una detención en Long Island en 2005. Crédito: Getty Images

El último mes en Brentwood, Long Island, cuatro adolescentes fueron encontrados muertos en una sola semana, como reportó Univision Nueva York. Los jóvenes habían sido asesinados de manera brutal y enterrados cerca de una escuela primaria y un hospital psiquiátrico. ¿Los culpables? La pandilla MS-13, agrupación salvadoreña que está sembrando creciente temor en esta comunidad del estado de Nueva York.

“Para mí, esto está peor que antes. Te encuentras [la violencia de pandillas] por todas partes”, dijo Evelyn Rodríguez, la madre de Kayla Cueva, una de las adolescentes asesinadas, a el New York Times. “Es algo ridiculo. Necesitamos algún tipo de ayuda para nuestras policías, para hacer un plan para mejorar las cosas para los niños”.

Pero, según algunos expertos y activistas, no son los policías que necesitan la ayuda. Hay evidencia de que los métodos tradicionales para reprimir la violencia urbana (reforzamiento de la policía y el encarcelamiento) no funcionan de manera adecuada y quizás hacen más daño que bien. La lucha contra la violencia en comunidades urbanas pobres, dicen estos expertos, no depende de la criminalización, sino de intervenciones comunitarias que tratan los criminales como seres humanos.

Una historia de violencia en las ciudades

A principios de los años 1990, Estados Unidos estaba viviendo una época de violencia como no se había visto desde la década 1960. La epidemia de la cocaína 'crack' que surgió a mediados de los 1980 exacerbó el problema enormemente y, a principios de la nueva década, los políticos estadounidenses estaban empezando a hablar de los “ superpredadores”: niños o jóvenes extremamente peligrosos, que podían llegar a matar y cometer crímenes sin una conciencia (en el fondo, este concepto se refería a jóvenes afroestadounidenses y latinos, muchas veces pobres, viviendo en áreas urbanas e involucrados en pandillas).

Pero, al poco tiempo, en vez de este aumento en la presencia de estos supuestos criminales de sangre fría, el país experimentó algo diferente: una caída brusca e inesperada en la tasa de crimen y violencia. “En los años 90, teníamos todas estas ideas de jóvenes superpredadores y sociopáticos. Y cada año desde que surgió esa idea, las tasas de crimen han bajado drásticamente”, dice Alex Vitale, profesor de sociología en el City University of New York (CUNY). “Algunas ciudades han experimentado un repunte, como Baltimore, Chicago, Nueva Orleans. Pero aún en ellas la tasa actual es mucho más baja que hace 20 años”.

Incluso en ciudades y vecindades como Brentwood, Long Island, la realidad es que la violencia es menos frecuente que en el pasado, aunque se sienta como una emergencia para algunos en la comunidad. Pero ¿qué causó esta disminución en la violencia? Vitale aclara que, en verdad, nadie lo sabe con seguridad.

“Todas las explicaciones obvias no logran explicar [la caída]. Por ejemplo, que es algo que hizo la policía. La vigilancia policial es algo drásticamente local y en cada lugar se usan diferentes métodos. Pero vimos esta caída por todo el país”, explica Vitale. “Otros mencionan la encarcelación masiva, quizás es porque encarcelamos a dos millones de personas en este país empezando en los años 90. Pero el problema es que los estados que encarcelaron menos personas, como Nueva York, experimentaron algunos de los caídos más grandes en violencia”.

Hay otras posibles explicaciones, incluyendo el mejoramiento de la economía y la legalización del aborto, que se pueden explorar en este artículo de The Atlantic. Pero el consenso de los expertos es que, en realidad, no sabemos cómo explicar totalmente este descenso de violencia, y luchas policiales tuvieron un impacto dudoso, en el mejor de los casos.

El daño de estrategias de supresión por policía

Por cierto, la fuerza policial a veces ha creado daño extensivo, especialmente en comunidades pobres afroestadounidenses y latinas.

En Los Ángeles, nadie se olvida de la “ Operation Hammer”, una redada de la policía local (LAPD) diseñada como una demostración de fuerza frente a las maras, que estaban aterrorizando la ciudad en ese tiempo. Casi noventa policías atacaron a dos edificios residenciales en el sur de la ciudad, saqueando totalmente residencias, quebrando muebles, dejando hoyos en paredes, aplastando baños con martillos, vaciando refrigeradoras y dejando su propio graffiti: “Domina LAPD”. Varias personas fueron detenidas y golpeadas, pero ninguna fue acusada finalmente con un crimen. Menos de seis onzas de marihuana y una onza de cocaína fueron descubiertas en la redada.

El evento fue aún más prueba de que partes del LAPD operaban fuera de control, y existían para aterrorizar a gente de ciertas vecindades donde supusieron que todos eran parte de pandillas. Los tensiones raciales en la ciudad culminaron en los disturbios de Rodney King en 1992, después de que policías fueron capturados en cámara golpeando a un conductor afroestadounidense, casi matándolo. Como resultado de todo esto, el LAPD tuvo que adoptar otro modo de hacer su trabajo, ya que aprendieron que "no se puede arrestar a toda nuestra comunidad hasta salir de este peligro", explicó el capitan Charles P. Hearn.

Otras comunidades también han sufrido de tensiones raciales resultando de abuso policial, justo cuando había una mayor presencia policial para combatir las pandillas y el uso de las drogas. Una investigación federal famosamente encontró que Ferguson, en Missouri, se estaba focalizando en ciudadanos afroestadounidenses injustamente, multándolos frecuentemente para financiar el presupuesto de la ciudad. Suffolk County, en donde se ubica Brentwood, Long Island, recibió consecuencias federales en 2013 después de que una investigación reveló discriminación policial en contra latinos y hoy en día su jefe de policía está bajo otra investigación federal por abusos de su puesto.

Se puede ver entonces que las respuestas de policía en contra de pandillas tienen sus limitaciones. Y los opiniones de algunos expertos coinciden.

"Lo que sí sabemos es algunas estrategias no funcionan. Los métodos tradicionales de represión de pandillas no funcionan. La creación de equipos policiales de represión de pandillas no funciona", dice Vitale. "Por cierto, estos métodos crean identidades de pandilla aún más cohesivas, y se enfocan en de pandilla que pronto se harán muy maduros como para seguir en esa vida. Y hay un grupo de niños de 13 años que estamos empujando aún más a las pandillas. Por eso yo he tratado de promover estrategias de intervención que no dependen de vigilancia policial".


Un nuevo camino para detener la violencia urbana

Hay una gran variedad de posibilidades para este tipo de intervenciones. Uno de ellos se encuentra en la organización S.T.R.O.N.G. Youth, en Long Island, la cual ofrece programas de prevención e intervención para jóvenes en vecindades pobres y latinos, donde hay mucha actividad de pandillas. Hacen viajes con niños, ofreciéndoles oportunidades a asistir a eventos a los que no podrían acceder de otra manera, como eventos artísticos en Broadway y actividades deportivas, expandiendo su visión del mundo y de posibilidades para sus vidas. También ayudan a juventud que ya se han involucrado en crímenes, visitando prisiones donde gente encarcelada habla con ellos y ayudando que no quiebran las reglas de su libertad condicional.

S.T.R.O.N.G. fue fundado por un expandillero llamado Sergio Argueta, quien creó la organización después de la muerte a golpes de un amigo, en manos de 13 de una pandilla en Long Island. “Fui a su funeral y ahí estaba el fiscal y gente de varias agencias del orden público. Y declararon una guerra en contra de las pandillas, diciendo que iban a encerrar estos animales y tirar la llave”, dice Argueta. “Y me di cuenta de que no tenían ni la menor idea de cómo solucionar este problema”.

Argueta se propuso entonces crear una organización con personas que, según él, conocen mejor el tema. “Lo que sabemos nosotros es que estos jóvenes se involucran en la vida de pandillas porque no tienen otras oportunidades”, dice la activista. “Nuestros niños tienen sueños y aspiraciones como todos. Y la falta de oportunidades para cumplirlos los lleva en el mal camino”.

De Baltimore a Chicago, otros programas existentes utilizan una estrategia relacionada pero al final un poco diferente, basada en la estrategia de la organización CureViolence. El programa, fundado por un especialista en enfermedades infecciosas llamado Gary Slutkin, ataca el problema de la violencia entre seres humanos como una enfermedad.

“Yo empecé a investigar este problema hace 20 años, y me di cuenta de que se parece exactamente a problemas de enfermedades infecciosas como tuberculosis, cólera y SIDA. Pero de alguna manera, la sociedad lo convirtió en una cuestión de ‘malas personas’”, dice Slutkin. “La propagación de la violencia entre seres humanos actúa exactamente como otras problemas de enfermedades contagiosas. Y esos problemas los solucionamos con métodos de control de epidemias [no con policía]”.

Los métodos de CureViolence involucran a expandilleros, quienes salen a las calles de un barrio y actúan como mediadores en conflictos que podrían llegar a la violencia. Resuelven disputas para prevenir actos violentos y, cuando hay algún acto violento, tratan de prevenir acciones de retaliación y así la propagación de la ‘infección’. El programa fue destacada en un documental llamado Los Interruptores.

Actualmente, métodos de CureViolence están operando en 70 comunidades en cinco continentes, y han dado resultados prometedores. Evaluaciones independientes han encontrado una reducción de asesinatos de 56% en Baltimore y de entre 41% y 73% en Chicago (puedes ver aquí por otras estadísticas sobre reducción en tiros, retaliaciones y otras formas de violencia en varias ciudades). Claro, hay problemas de fondo porque, según Slutkin, el dinero se va a programas de policía y de encarcelamiento, no a estrategias de salud pública. El programa de Chicago llamado Operation CeaseFire se canceló ante problemas de financiamiento en la ciudad, y desde eso, la violencia en la ciudad está aumentando.

“Ahora, la sociedad tiene el diagnóstico equivocado [sobre la violencia]. Y cuando tienes el diagnóstico equivocado, tienes el tratamiento equivocado. Y cuando no funciona el tratamiento, no debes hacer más y más y más”, dice Slutkin. “Debes decir, ‘ok, espera, tenemos que entender mejor lo que está pasando’”.

Slutkin dice que hay un poco de resistencia a estas estrategias entre algunos jefes de policía, pero no en todos ellos. En Los Ángeles, Nueva York, Baltimore y otras ciudades han incorporado estas estrategias en el presupuesto policial. Pero, al final de cuentas, dice Slutkin, este no es problema de la policía y ellos no tienen los recursos ni el tiempo para resolverlo.

Argueta está de acuerdo. “Lo que sé por seguro es que encarcelar a los niños no es una solución”, dice. “Nuestra juventud necesita nuevas oportunidades”.

Comparte
RELACIONADOS:Local