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    Los venezolanos también huyen por la selvática frontera hacia Guyana, un país que siempre ignoraron

    Venezuela y Guyana han vivido de espaldas uno del otro, especialmente por la disputa que tiene sobre la soberanía de la región del Esequibo. Pese a ello, fuentes consulares guyanesas ya reportan que hay más de 500 venezolanos que se mantienen en calidad de refugiados en ese país.
    23 Sep 2018 – 05:32 PM EDT
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    Muchos de los venezolanos que han cruzado a Guyana pertenecen a la etnia Warao. Todos buscan escapar de la dura situación económica que enfrenta el país. Crédito: Brentnol Asley

    CARACAS/SAN FÉLIX, Venezuela.- Jonathan Jara, un latonero de 31 años, vio cómo decaía mes a mes su pequeño taller automotriz en la localidad de Barinas, situada en el llano venezolano, justo donde nació el fallecido presidente Hugo Chávez. La distribución de repuestos automotrices se volvió irregular, se encarecieron y la mano de obra escaseó.

    “La crisis me llevó a la quiebra y me tocó cerrar, dejar todo atrás y meter mi vida en una maleta para irme a Guyana”, dijo Jara mientras esperaba la lancha que lo trasladaría por un río ancho y bravío, por una ruta selvática e incierta hacia un país donde hablan otro idioma, uno que hasta hace poco no existía para los venezolanos.

    “Es frustrante pasar por esto, no encontrar la forma de cumplir tus sueños en Venezuela”, dijo Jara a Univision Noticias una tarde de agosto.

    En su desesperación, venezolanos como Jara, se dirigen a un territorio que, fuera de la capital Georgetown, es tan agreste y despoblado como el Amazonas, tanto así que fue utilizado como escenario de las primeras temporadas del reality show televisivo norteamericano 'Supervivencia al Desnudo'.

    Esa tarde, Jara es el décimo en subirse a una pequeña embarcación a las orillas del río Orinoco, tras ocho horas de espera bajo el sol. Escogió Guyana porque era el destino más cercano y porque siente que, pese a las limitaciones del idioma, puede conseguir opciones para subsistir.

    “Siento que en Guyana no hay tanta xenofobia como en el resto de América Latina, allá haré lo que sea: desde repostería hasta mecánica, así sea vendiendo 'pepito' (snacks salados) prefiero estar allá, que acá”.

    Las lanchas que viajan hasta Guyana salen del terminal de ferry en San Félix, estado Bolívar, en el sur de Venezuela.

    Se trata de embarcaciones pequeñas de madera y con un techo para resguardarse del sol. En ellas caben entre 20 a 25 personas, quienes pueden cargar un equipaje máximo de 30 kilos cada una. Jara pagó 150 dólares por el pasaje en la lancha “Reina Cecilia”, aunque, más allá del nombre, la embarcación no tuviera mayores atisbos de “realeza”.

    No tienen días fija de salida, pero conocedores del negocio de traslado cuentan que en las últimas semanas salen lanchas a diario con migrantes venezolanos. Ese viernes, la embarcación en la que viaja Jara es la cuarta que sale del deteriorado puerto fluvial.

    Una barrera metalizada de la Guardia Nacional venezolana separa a quienes viajan de los pocos familiares que los despiden: todo el affaire está impregnado de un aire semiclandestino. Mientras tanto, el gobierno de Nicolás Maduro denuesta a los emigrantes como “limpiadores de pocetas” (inodoros), “esclavos” y “mendigos”.

    La despedida y el discreto embarque tienen lugar en una pequeña explanada de tierra con pasajeros a pleno sol, en cola para abordar la lancha, guardias nacionales custodiando la zona y un hombre sin identificación, que afirma que es de la oficina de inmigración venezolana, chequeando pasaportes y documentos personales.

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    Surcando el cauce del río, en el que la embarcación apenas se divisa, emprenden un trayecto de ocho horas con una parada nocturna para descansar en la comunidad de Cangrejito, en la zona del Delta del Orinoco. Desde allí parten al amanecer hasta la localidad de Charity, en la ribera del río Esequibo, en donde pisarán por primera vez suelo guyanés.

    Jara no viaja solo. Su hermano Carlos, un militar retirado de 39 años lo acompaña en la travesía.

    “¿Puedo ser sincero?”, pregunta el exmilitar. “De allá vuelvo cuando se vaya Maduro”, recalcó el hombre, quien estuvo hasta hace cinco años en el Destacamento 14 de la Guardia Nacional en Barinas.

    “Allá seguro encontraremos la estabilidad que acá no tenemos. Es triste, deprimente tener que partir de Venezuela en una lancha para buscar un futuro” dice, recordando que dejó en Barinas a su mamá y tres hijas, a quienes espera pronto enviar ayuda.

    A lo lejos, Ali Ajandro, un guyanés de 38 años cuenta que antes demoraban horas para llenar los puestos de la embarcación. “Ahora salen lanchas todos los días”, dice, al contar que toda su familia se ha devuelto luego de tres décadas de vida en Venezuela. En el país, explica, solo quedan él, su esposa y tres hijos.

    “Antes los guyaneses venían, ahora venezolanos y guyaneses se van. En mi caso, la ayudita que me envía mi familia me mantiene acá”, dijo el hombre que presta servicio de taxis en la terminal.

    El ministro de Estado guyanés Joseph Harmnon, en Venezuela viven entre 15,000 a 20,000 de sus conciudadanos. Muchos de ellos están regresando.

    Vecinos desconocidos y distantes

    Guyana y Venezuela tienen una larga disputa más de un siglo por la zona entre ambos países conocida como el Esequibo que Caracas reclama desde luego de haber denunciado la invalidez de un lado arbitral que en 1899 había establecido los límites con la que entonces era colonia británica.

    En 1966, Venezuela, Guyana y Gran Bretaña, entonces el poder colonial, acordaron mediante un tratado buscar una solución al reclamo venezolano de unas 61,000 de millas cuadradas (151,000 kilómetros cuadrados). Ese contencioso sigue sin resolverse y está en manos de un comisionado de Naciones Unidas.


    Entre las disputas fronterizas y la selva que separa a ambos países, las relaciones diplomáticas han sido distantes y los ciudadanos venezolanos nunca han visto a Guyana como una nación interesante para visitar o vivir. Pero la crisis venezolana ha cambiado todo eso.

    Según la ONU, al menos 2.3 millones de venezolanos han emigrado de la nación petrolera sumida en una profunda crisis económica, política y humanitaria para buscar mejor calidad de vida en Colombia, Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay, España y Estados Unidos, países en donde la diáspora venezolana ha ido a parar en gran número.

    En el caso de Guyana, aunque las cifras son incomparablemente menores, también ha habido un aumento de las llegada de ciudadanos del país vecino.

    “El número de migrantes venezolanos a Guyana aumenta a diario. A pesar de que los visitantes de nuestro país necesitan de un pasaporte válido, muchos de ellos solo se presentan con sus documentos de identificación venezolanos (cédula). Normalmente se les permite una estadía de 90 días”, explicó a Univision Noticias un funcionario del consulado guyanés en Venezuela.

    El diplomático confirmó que un promedio de 300 personas, en su mayoría jóvenes venezolanos junto con guayaneses que regresan a su país, se embarcan semanalmente en las lanchas rápidas.

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    Los refugiados

    Según datos del gobierno guyanés, más de 500 venezolanos se mantienen en ese país en calidad de refugiados, algunos pertenecen a etnias nativas. Muchos de ellos son mujeres embarazadas, niños, algunos con discapacidades y bebés, varios de los cuales fueron hospitalizados en el Hospital del Distrito de Mabaruma.

    Para ellos, el gobierno de Guyana arrendó cinco acres de tierras de una finca ubicada en Barima-Waini (llamada Región Uno) para el establecimiento de un área de asentamiento, homestead o centro humanitario para que lo trabajen venezolanos y logren subsistir.

    La parcela de tierra se encuentra al lado de Atabani Creek y a una milla de la Oficina de istración Regional, del Hospital Regional de Mabaruma, de la Escuela Secundaria del Noroeste y de la Escuela Primaria Mabaruma.

    Al igual que otras naciones que reciben la diáspora venezolana, Guyana ha tenido que recurrir a la ayuda internacional para adquirir suministros de socorro para vivienda, agua, saneamiento e higiene y proporcionar asistencia básica a los migrantes, y para ello la Unicef ha dispuesto la suma de $30.000.

    El mandatario de esa región, Brentnol Ashley, ha utilizado su página personal de Facebook para solicitar donaciones en nombre del Comité Regional de Ayuda por Desastre para la "asistencia urgente" y así, proporcionar ropa, alimentos y otros suministros a los recién llegados.


    “Primera opción”

    Forzada a irse de Venezuela por las circunstancias, Mayka Rondón, una joven de 31 años comerciante de artesanías en Barquisimeto, estado Lara (centro del país), dice que tuvo “primera opción” que evaluó cuando decidió emigrar.

    “Allá tengo una tía y una hermana y no lo pensé mucho. Me voy porque en Venezuela no hay empleo y el billete no alcanza”, dijo refiriéndose a la intensa hiperinflación que azota a la nación petrolera.

    Años después de haber visto su sector petróleo eclipsado por la potencia vecina, ahora los guyaneses esperan basar en los próximos años su desarrollo basado en proyectos que desarrollo la empresa angloholandesa Shell y en el crecimiento del turismo.

    El presidente guyanés David Granger afirmó a principios de agosto que "tenemos que empezar a pensar en el futuro, a empezar a pensar en el tipo de educación científica y técnica que necesitan los estudiantes para que puedan competir con otros países productores de petróleo", destacó durante un discurso reseñado por el diario guyanés Stabroek News.
    Muchos venezolanos tienen la esperanza de poder beneficiarse de esa prosperidad que en Venezuela ahora les es esquiva.

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