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    Costa Rica llega a las elecciones con incertidumbre tras la campaña del 'shock religioso'

    Cinco de los 13 candidatos presidenciales se disputan la posibilidad real de acceder a una segunda ronda que parece inevitable en unas elecciones a las que Costa Rica llega con gran incertidumbre tras una campaña marcada en su recta final por la exacerbación del conservadurismo ligado a creencias cristianas.
    3 Feb 2018 – 07:18 PM EST
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    De izquierda a derecha los candidatos Rodolfo Piza, Juan Diego Castro, Rodolfo Hernandez y Antonio Alvarez en un debate reciente. Crédito: EZEQUIEL BECERRA/AFP/Getty Images

    SAN JOSÉ.- Costa Rica llega a las elecciones de este domingo con un clima de alta indecisión que hace imposible prever quién ganará la Presidencia y los 57 escaños de la Asamblea Legislativa. En las calles, mercados, estaciones de bus y, por supuesto, en las redes sociales se evidencia la mezcla de ansiedad, confusión y agobio que viven muchos de los 3.3 millones de empadronados, de los cuales se calcula votarán dos tercios, según la proyección de las encuestas.

    Cinco de los 13 candidatos presidenciales se disputan la posibilidad real de acceder a una segunda ronda que parece inevitable, pues difícilmente alguno de ellos logre el 40% de los votos necesarios para declararse triunfador este domingo. La gran pregunta es quiénes serán los dos candidatos que podrían pasar a ese probable balotaje programado para el 1º de abril, una fecha que coincide con el Domingo de Resurrección del calendario católico, una casualidad que le agrega más peso religioso a la campaña que en este mes ha estado marcada por la exacerbación del conservadurismo ligado a creencias cristianas.

    Este “shock religioso”, causado por la publicación del fallo de la Corte Interamericana en favor del matrimonio entre parejas del mismo sexo, agregó tensión a la disputa electoral y colocó en la cima de intención de voto medida por las encuestas al predicador evangélico Fabricio Alvarado, exreportero televiso de nota roja y actual diputado por el partido confesional Restauración Nacional.

    Alvarado, sin embargo, no tiene nada seguro. Nadie puede tenerlo en ese grupo de cinco candidatos, pues hasta este fin de semana una de cada tres personas que aseguran que irán a votar decían seguir indecisas, reveló la última encuesta de la Universidad de Costa Rica (UCR). Además, seis de cada diez electores cambiaron su preferencia en el último mes y podrían volver a hacerlo, reveló una medición especial de Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la mayor casa de estudios del país. Otros estudios de opinión presentan datos distintos, pero ninguno permite suponer un triunfo en esta primera ronda. Para la elección de 57 diputados, la UCR dice que los indecisos eran al fin de semana la mitad de la muestra. La conformación legislativa para el período 2018-2022 es casi una lotería.

    "Solo hablan y uno no ve cambios"

    "Es que no hay cara en qué persignarse", dice Braulio Hernández, un joven enfermero haciendo fila en la estación del tren viejo que recorre esta capital y que cruza las calles entre los autos. "Es que pueden decirnos que van a traer un sistema nuevo de transporte público y ya uno no les cree. O que van a arreglar la crisis fiscal… o que va a acabar con la pobreza. Solo hablan y uno no ve cambios, pero igual hay que votar", se quejaba.

    De inmediato, otro pasajero que se interesa en la conversación interviene. Emoción hay poca, pero interés mucho. "Los candidatos son malos. Proponen pocas cosas y las que proponen, uno no les cree", afirma Alfredo Sanabria, trabajador de mantenimiento en una fábrica. Años atrás simpatizaba con un partido que ahora no le entusiasma. Y, después de ver un debate en televisión, se siente tentado a apoyar al oficialista Carlos Alvarado (Acción Ciudadana, PAC), un candidato de 38 años que ha crecido al final de la campaña después de muchas dificultades para convencer, en parte por el deterioro en la popularidad del gobierno de Luis Guillermo Solís.


    Otro candidato que se disputa el a la eventual segunda ronda es Antonio Álvarez Desanti, político millonario y veterano del tradicional Partido Liberación Nacional (PLN). Dice ser "un agricultor socialdemócrata" y al mismo tiempo "un empresario exitoso". El fuerte respaldo del reputado expresidente Óscar Arias no le ha evitado perder parte del apoyo popular que tenía tres meses atrás. El último fin de semana visitó la Basílica de Cartago, lugar de peregrinación de cientos de miles de católicos cada 2 de agosto para agradecer o pedir milagros a la Virgen de los Ángeles, patrona de este país confesional católico. Ha tratado de acomodar su discurso para llamar al voto conservador, pero tampoco le ha sido fácil competir con el candidato evangélico de verbo ágil, rostro fresco y convicción religiosa.

    "El principal problema en este país es la falta de comunión con Dios", apunta Johana, una vendedora de hortalizas en el mercadito dominical en Coronado, ocho kilómetros al norte de San José. Cerca de ella, de un altoparlante salía la voz del pastor Leonardo Vega llamando a la gente a estar alerta contra las "corrientes que atentan contra la tradición cristiana de Costa Rica", mientras sus colaboradores repartían panfletos con una lista de razones para rechazar los programas de educación sexual en escuelas y colegios. "El otro domingo tenemos un una tarea con Dios", decía cuidándose de no invocar el voto de manera explícita. Ya el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) emitido una advertencia a las iglesias católicas y evangélicas, juntas en esta causa, para que eviten inmiscuirse en la campaña, pero nada prueba que estén obedeciendo.

    La economía

    Este es David Smith, vendedor de comidas caribeñas en el mismo mercadito: “Es muy complicado, porque yo soy creyente adventista. Creo en Cristo y estoy de acuerdo en proteger los valores, pero no puede ser que toda la discusión se vaya por ahí. En otros tiempos, el discurso de los candidatos influía a la gente; ahora la gente determina el discurso de los candidatos; puro populismo”. Su crítica va también contra Juan Diego Castro, un aspirante presidencial de fuerte discurso “anticorrupción” y mano dura contra la inseguridad, cuyo ascenso en intención de voto en diciembre inquietó a sectores moderados. Con su pequeño partido Integración Nacional (PIN) sigue en la pelea, aunque en enero ha perdido puntos.


    Otro candidato en la lucha es Rodolfo Piza, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), que junto con el PLN se alternó el poder por décadas con grandes aportes al modelo de bienestar que caracteriza a los ticos y también con grandes cuestionamientos de los electores por casos de corrupción y de falta de adaptación a las demandas ciudadanas actuales. “Mi familia fue del PLN siempre, pero nadie defiende con sinceridad a los pobres (el 20% de la población costarricense) y ahora no voto”, afirmó Marcia Arias, agricultora de Cartago, una provincia al este de San José. Ella no está en el grupo de indecisos, sino en el tercio de los electores que no se acercará a las urnas entre las 6 am y las 6 pm de este domingo.

    Aunque no se ven en Costa Rica las banderas y el entusiasmo que reinaba en elecciones pasadas, el interés popular es alto. Hasta la agricultora Marcia, que no pretende votar, ve las noticias, los debates en televisión y “los videos del Facebook”. Las críticas se dirigen contra partidos de todos los colores, pero el sistema electoral sigue recibiendo alto respaldo, acorde con la tradición democrática de la que se ufanan los “ticos”.

    “Mire, esto no es Venezuela ni Nicaragua, donde funcionan dictaduras. Tampoco es Estados Unidos, donde la mayoría de gente vota por un candidato y gana el que tiene menos votos, como fue con Trump. Por eso creo que tenemos que ir a votar, aunque cueste mucho decidirse y uno esté como ofuscado. Tenemos un tesoro en esta democracia; la calidad de los candidatos ya es otro tema”, comentaba Danilo Álvarez, transportista. En Costa Rica, el voto es obligatorio y toda persona mayor de 18 años está empadronada de manera automática, aunque los abstencionistas no reciben ninguna consecuencia por serlo.

    El camionero Danilo dice haber “hecho la tarea” que encomendó el TSE: informarse mucho y bien para emitir “un voto inteligente”. Dice que ha leído entrevistas y visto debate, ha escuchado programas de discusión política en la radio y ve en su teléfono la propaganda de los candidatos, pero asegura que ya no puede más, que siente inundado y solo tiene claro que no votará por Alvarado. “Soy muy cristiano, pero creo que al César lo del César y a Dios lo de Dios”, dice parafraseando una frase de la Biblia sobre la separación de fe y política.

    Mientras, muchos sectores económicos contienen la respiración en espera de certeza sobre el nuevo gobierno y los nuevos diputados, sobre todo en el sector económico, un área en la que Costa Rica presenta buenas cifras en exportaciones, inflación y crecimiento de su PIB (3%), pero amenazas serias por una crisis fiscal ante la falta de acuerdos políticos que permita un equilibrio conveniente entre gasto público y aumento de impuestos.

    Aunque la discusión de fondo ha sido escasa, en la calle las personas ven el efecto de la incertidumbre, como le ocurrió a un biólogo llamado Marvin esta semana al pedir un crédito personal en un banco público. “La asesora de crédito me recomendó, como dándome un consejo especial, volver después de las elecciones para ver cómo se han movido las tasas de interés”. Marvin le hizo caso y quiere todo se acabe en una sola ronda electoral para salir de una campaña electoral que lo ha abrumado como ninguna otra.


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