Oda a Muhammad Ali

Jamás nadie pudo haber dado un golpe así: tan rápido, tan preciso, tan elegante. Tan hermoso. Lo que sigue fue una de las imágenes deportivas —dejémoslo en imágenes, nomás— más recordadas de la historia: Muhammad Alí, de pie, con el puño derecho en alto por el vuelo del golpe que acababa de asestar a la mandíbula de su oponente. Grito ahogado. En la lona, el retador Sonny Liston veía ‘alicitos’ volando sobre su cabeza. Era un 25 de mayo de 1965. Alí tenía 23 años.
Muhammad Alí nació Cassius Marcellus Clay Jr. el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky. Que no confunda lo romano del nombre: el boxeador fue bautizado así en honor al político abolicionista Cassius Marcellus Clay. Revolucionario desde la cuna.
Los comienzos de los más grandes suelen ser los más fortuitos. A los 12 años le arrebataron su bicicleta en las calles de su vecindario. Llorando y con la convicción de retar a golpes al ladrón, fue en busca del jefe de la Policía de Louisville, Joe Martin, quien se encontraba en el gimnasio Columbia, del que también era encargado. Martin vio algo en los ojos de Cassius —¿ira, entusiasmo, ternura?— y le recomendó que se pusiera a entrenar. Bendito Martin.
—¿Cómo te llamas?
—Cassius Clay.
—Mejor aprende a pelear antes de empezar una pelea.
1.
Siempre fue un bocazas, pero talentoso; retaba a peleadores mayores que él en el gimnasio. Joe Martin, ya como su entrenador, nunca había conocido a alguien con brazos, piernas y mente tan rápidas. Poco a poco se corrió el rumor del joven escuálido de 1,91m de altura de Louisville al que era muy difícil golpear (“tenía una inusual velocidad para anticipar los movimientos de su rival”, según Martin). Cassius aún no cumplía 18 años.
Pese a ser un fenómeno, no llegó como favorito a los Juegos Olímpicos de Roma 1960, pero a medida que transcurrían las peleas se fue ganando a la gente. El showman Clay ganó sus cuatro encuentros y se coronó con la medalla de oro ante el polaco Zbigniew Pietrzykowski, a quien casi noquea. La revista estadounidense Sports Illustrated destacaría su notable confianza en sí mismo, como su “intrincado movimiento de piernas”.
De vuelta a casa, Cassius había formado ya una de las sociedades que cambiarían el boxeo para siempre: en su esquina ahora estaba el diestro entrenador Angelo Dundee. Experto PR, Dundee se encargó de alimentar la leyenda de su pupilo. Un grupo de periodistas llegó tarde a una conferencia de prensa del pugilista a principios de los años setenta, en Irlanda. Entonces pidieron 10 minutos con el ídolo en su cuarto. Angelo dijo que Alí hablaba con la prensa mínimo una hora. Así consigues todos los titulares al día siguiente.
2.
Ay, las religiones, siempre necesitadas de voceros y estandartes. A mediados de los años sesenta, Cassius ya se había convertido en una celebridad tanto por sus hazañas deportivas como por su activismo en favor de los derechos de los afroamericanos. Urgente por llevar su mensaje a las masas, la nación del Islam, a través de Malcolm X, reclutó al joven Cassius. En 1965 nació Muhammad Alí (el que es digno de alabanza). Pocos lo llamaban por su nuevo nombre, uno de los primeros fue su amigo y periodista deportivo Howard Cosell. El boxeador estadounidense Ernie Terrell lo seguía llamando Cassius. Error. En 1967 se enfrentaron, mientras lo tundía, Alí no dejaba de repetir “ Say My Name!” con esa voz chillona que lo caracteriza.
Después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, un periodista preguntó a Alí cómo se sentía compartir creencias religiosas con los terroristas responsables de la masacre. “¿Cómo te sientes tú de compartir religión con Hitler”, respondió.
“No tengo problemas con los Viet Cong… porque ningún Viet Cong me ha llamado negro”. Con frases como esta, Alí se negó a ir a la guerra de Vietnam a mediados de 1966 al alegar objeción de conciencia. Campeón mundial de pesos pesados por aquel entonces, le fue retirado su cinturón y licencia de boxeador. Knockout al rey.
Un tribunal lo sentenció a cinco años de prisión y cinco mil dólares de multa. Aunque nunca pisó la cárcel, Muhammad, el revolucionario, se negaba a retractarse. La decisión final llegó por conducto de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos: el 28 de junio de 1971, Alí fue un hombre libre otra vez.
3.
“El más grande”, “El más guapo”, el hombre que se casó cuatro veces —enamorado como todo buen revolucionario— y padre de cuatro hijos, falleció hoy en Phoenix por problemas respiratorios. A los 74 años y víctima de un Parkinson que lo aquejaba desde hace varias décadas, Alí luchó por su vida… como siempre.
Sucede campeón, a todos nos roban una bicicleta.