Quinceañera: cuando vestir de princesa a una niña de familia modesta puede costar 3,000 dólares

Cuando la fotógrafa sa Delphine Blast les preguntó a los padres de la joven Lasbledy durante cuánto tiempo habían planeado su fiesta de quinceañera, le contestaron: "Durante 15 años..."
En Colombia (y otros países de América Latina), los sacrificios económicos que realizan las familias de bajos recursos para ofrecerles a sus hijas la tradicional celebración fue la inspiración de Delphine para una de sus series fotográficas.
La artista había trabajado en América Latina como parte de una ONG boliviana y conocía la cultura del continente desde hace tiempo, pero cuando le contaron que había hogares en la pobreza que llegan a gastarse miles de dólares para una sola noche, decidió que debía contar este contraste a través de imágenes.
"Hay familias que han ahorrado durante más de tres años, y eso en una noche ya está listo, en algunas horas todo este dinero ya se ha ido", cuenta Delphine a Univision Trends.
Una 'Fiesta de Quince' cuesta unos 2,500 dólares de media. Lo más caro es la comida y la bebida, que se lleva unos 500 dólares del presupuesto si se trata de 50 invitados, aunque se suele superar el centenar. Después está el costo del local, el fotógrafo, la compra o alquiler del vestido, la música... La producción cada vez es mayor y los costos van en aumento.
"Es como una pequeña boda", dice Delphine.
La fotógrafa viajó a Colombia en 2014, donde esta costumbre tiene una especial relevancia, y se puso en o con adolescentes que estaban preparando sus fiestas. Visitó las tiendas de alquiler de vestidos del sur de Bogotá, una de las zonas con menos recursos, y allí conoció a las jóvenes.
Laura Cristina Zarta, una de las protagonistas, es parte del equipo nacional de fútbol femenino de Colombia. "Fue muy interesante para mí ver cómo esa niña vestida de princesa juega al fútbol a un nivel tan alto", dice la fotógrafa. El padre de Laura es frutero y su madre está desempleada. Para la fiesta, la familia ahorró durante seis meses e invitaron a 200 personas. De mayor quiere ser criminóloga.
En algunas localidades del sur de Bogotá, como Ciudad Bolívar o San Cristóbal, 1 de cada 3 personas vive en la pobreza, y en el sureste los índices de hogares pobres alcanzan casi el 50% según la Secretaría Distrital de Planeación de Bogotá. El hacinamiento crítico, la dependencia económica y la vivienda inadecuada son algunos de los factores que intervienen en estas cifras.
Otra de las quinceañeras, Luna Valentina Arias Beltrán, no había planeado organizar ninguna fiesta y cambió de idea en el último momento. Reunieron un poco de dinero y al final pudieron acoger a 80 invitados.
Karen Rodríguez quiere ser doctora cuando crezca. Ahora vive con su madre, que trabaja de secretaria, y pudo celebrar a su quinceañera después de ahorrar 800 dólares durante un año y medio. Brenda Lizeth Correa también tiene el sueño de estudiar medicina y llegar a ser cirujana. Sus padres trabajan en una planta de reciclaje con un salario muy reducido, e hicieron el esfuerzo de apartar un poco de su sueldo cada mes durante tres años y medio hasta que consiguieron los 3,000 dólares suficientes para invitar a 150 personas y permitirse el vestido.
Tras ver el esfuerzo que hacen las familias para homenajear a sus hijas con esta celebración, cabe preguntarse si la fiesta significa más para los padres que para las adolescentes. Delphine responde rápido que importa igual a las dos partes, aunque según sus palabras, parece que son los progenitores los que más ansían este día. "En las fiestas, vi cómo los padres estaban tan orgullosos de sus niñas, tenían ese brillo en los ojos. El padre de Mayra lloró en uno de los momentos".
"Hay muchas mamás que no han tenido la suerte de haber celebrado la fiesta por falta de recursos, y para ellas era muy importante que su hija la tuviera". Ese fue el caso de Natalia Calderón. Su madre no pudo festejar sus quince años y quiso hacer que Natalia tuviera la fiesta que nunca tuvo ella. "Es algo que sólo pasa una vez en la vida", le contó a Delphine.
Uno de los momentos más esperados de la fiesta es el cambio de zapatos, donde la quinceañera pasa de lucir calzado plano a subirse a unos tacones. Normalmente es el padre el que le calza los nuevos zapatos, arrodillado ante su hija subida a su 'trono de princesa'.
Ese es el rito que representa el pasaje de niña a mujer. "Es algo que todavía está presente en una sociedad que se está desarrollando", dice Delphine. "Es interesante ver cómo las familias siguen manteniendo esa tradición en el mundo moderno".
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