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Las revoluciones de las mujeres han empezado por cambiar las formas de sus brasieres

Una exhibición en el Museo Victor & Albert de Londres recoge más de 80 piezas de ropa interior desde el Siglo XVIII hasta nuestros días y deja claro cómo pantaletas y corsés moldearon la feminidad.
19 Abr 2016 – 06:28 PM EDT
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Corsé de encaje y seda de 1800 expuesto en el Museo Víctor & Albert. Crédito: Cortesía Museo Víctor & Albert

Si con solo darle un vistazo a lo que ha sido la moda de otras décadas uno puede hacerse a una idea de cómo eran la vida de esas mujeres, imaginen lo que puede inferirse si se le da una mirada acuciosa a su vida privada, a su ropa interior.

El Museo Victor & Albert en Londres, ha abierto recientemente la exhibición, Undressed: A Brief History of Underwear, que recoge más de 80 piezas que desde la intimidad del clóset de la reina Victoria hasta las extravagancias de bustiers de Kim Kardashian o de Kate Moss intenta hacer pública una reflexión que parece haberse mantenido en la mayor intimidad.

La ropa interior no solo tuvo la función de proteger y esconder el sexo de las mujeres, fue además la encargada de moldear los cuerpos y, en tanto, asignarles unas medidas a su cintura o a su busto. Determinó también sus habilidades. Claro, una mujer encorsetada con sus costillas constreñidas y la caja toráxica reducida no podía hacer lo mismo que puede, por ejemplo, hacer hoy una mujeres que usa solo sostén y cómodas pantaletas. Las primeras, a duras penas podían respirar y dar vueltas por el salón.

En un mundo como el de hoy en donde la ropa interior parece cada vez un asunto de la moda exterior, con slip dress y camisolas de dormir que parecen ser robadas de la habitación para ser lucidas con desparpajo en la calle -como las diseñadas por Saint Laurent para esta primavera-, una exposición como esta pone de manifiesto que las libertades de las que gozan hoy las mujeres son conquistas más bien recientes.

La exposición exhibe esas primeras pantaletas, que se acercaban a la idea de unos pantalones largos masculinos, que fueron usadas por primera vez por la Duquesa de Kent, madre de la reina Victoria. Una prenda que se usaba exclusivamente con vestidos de muselina muy transparente que, de no llevar nada debajo, se habrían visto vulgares. De resto, las mujeres simplemente iban desnudas en su interior.

Después de darle un vistazo a las pesadas jaulas de crinolina, una especie de faldas hechas de aros de alambre que durante el siglo XVIII ayudaron a las mujeres a resaltar sus caderas que eran vistas como el gran signo de fertilidad y, sobre todo, de estatus y, después de pasar por los corsés, implementados desde siempre para hacer que las mujeres entraran en cintura y adecuaran sus cuerpos a unos estándares deseados, parece un alivio llegar a las piezas de ropa interior de finales de la Primera Guerra Mundial cuando se popularizaron los primeros brasieres.

Las mujeres no iban a soportar nunca más las constricción y el disciplinamiento que había vivido su abdomen. A partir de los años 20, el brasiere le abriría paso a una era de baile y cigarrillo, de ingreso al mundo laboral y de libertad de movimiento.

La exhibición también recoge piezas emblemáticas de diseñadores contemporáneos como Jean Paul Gaultier, quien fue el responsable de que el corsé se hiciera de nuevo público y de que Madonna lo pusiera de moda a principios de los 90.

A la final, lo que le interesaba a la curadora Edwina Ehrman de la muestra no era contar una historia cronológica de la ropa interior sino mostrar cómo la mayoría de las revoluciones que le ocurrieron a las mujeres pasaron obligatoriamente por el terreno de su ropa interior. ¿Por qué y si no por eso, las feministas de los años 60 quemaron sus brasires?

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