¡Ponle música a tus emociones!
La música nos hace reír, bailar, llorar y también nos transforma... siempre que sepamos escucharla.
Y es que la música es un formidable instrumento para conocernos un poco más a nosotras mismas y, ¡está al alcance de cualquiera!
La escucha y la música...
¿Conocéis en vuestra vida cotidiana la diferencia entre "oír" y "escuchar"? Cuando se escucha una canción o una obra musical, ¿prestáis atención a los detalles tan sutiles como sublimes de la orquesta? ¿A los violines que llevan la melodía, a la guitarra que destaca una frase, al oboe que desarrolla una segunda voz, a los contrabajos que acentúan un ritmo? Mmm, me temo que si eres como la persona promedio todos estos detalles te pasan inadvertidos.
¿El motivo? La mayoría de nosotros oímos y no escuchamos; nuestra sociedad ruidosa y siempre con prisas nos incita a estar poco atentos a los detalles de nuestro entorno sonoro.
¡Nuestra educación tampoco ayuda!, y raras veces se centra en el desarrollo del sentido de la escucha. Esta carencia no representa ninguna novedad y ya fue detectada hace más de cincuenta años por el psicólogo americano Carl Rogers, quien creó el concepto de " escucha activa" como base del trabajo para los terapeutas.
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Una nota de introspección
Escuchar música es abrirnos la puerta a nosotras mismas, porque la escucha atenta provoca instantáneamente una reacción psicofisiológica de vigilancia y de presencia.
Y es que aquí está el secreto: con la música; cuanto más atenta es la escucha, mayor es la intensidad de nuestras emociones y nuestra consciencia respecto a ellas.
¡Esto es asombroso!, porque cuando conocemos nuestras emociones, tenemos el poder de transformarlas. Y cuando manejamos este magnífico poder, al fin tenemos nuestra vida en nuestras propias manos. ¿Qué tal?