Talentos ocultos, la película que tomó el camino más corto para llegar al público
Este año más que ningún otro será imposible desvincular la ceremonia de los Premios Oscar 2017 de la realidad política estadounidense.
Se puede asumir que muchos de los discursos estarán orientados en esa dirección, de manera directa o indirecta, teniendo en cuenta que la industria de Hollywood ha sido una de las más visiblemente opositoras a su nuevo presidente y sus políticas.
- Como prueba de ello: Estos fueron los mejores momentos de los Premios SAG 2017
Pero las sensaciones y sentimientos que ha despertado el panorama político también se puede percibir en las nominaciones y en general en muchas de las películas que han acaparado la atención y la discusión a lo largo de todo el año. De las nominadas a mejor película, Talentos Ocultos ( Hidden Figures) es la que tiene el discurso político más evidente y notorio, simplemente por haber elegido esta historia en particular para contar.
Así que hablaremos especialmente de este aspecto de la película.
Racismo malo
Basada en una historia real, Talentos Ocultos se centra en tres mujeres negras que a comienzos de los 60, en plena época de segregación racial, Guerra Fría y carrera espacial, trabajaron para la NASA conjuntamente con los ingenieros realizando importantes cálculos relativos a sus misiones espaciales.
La película es, obviamente, un alegato antirracista y con toques feministas que muestra cómo estas tres mujeres ( Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monáe), soportaron el ser menospreciadas, ignoradas, insultadas y humilladas en un ámbito dominado por hombres blancos, pero se sobrepusieron a todo eso con fortaleza de espíritu y, sobre todo, con una impresionante capacidad intelectual, superior a la de todos los demás que estaban en posiciones mejores que las de ellas simplemente por su privilegio de raza.
Es una historia extraordinaria y única, una de esas que sin dudas merece ser contada.
Aunque merecía ser contada de un modo diferente.
El director Theodore Melfi, también co-escritor del guión junto a la guionista Allison Schroeder, eliminó toda clase de complejidad o matices morales que pudieran hacer a los personajes más profundos o humanos, o a la historia menos obvia y predecible, tal vez con miedo de que alguien no entendiera su película o no estuviera de acuerdo con ella.
En el mundo de la película solamente existen los buenos —negros, y blancos no racistas— y los malos —blancos racistas—, que están perfectamente diferenciados y enfrentados.
En los primeros, en especial en las tres protagonistas femeninas, no hay ni un rasgo que no sea adorable, ejemplar, fascinante y irable, tanto en su vida personal y familiar como en su vida profesional. No hay ni un solo conflicto que ponga en dudas su pureza, como si su condición de víctimas del racismo y el sexismo las hiciera perfectas hasta un grado inhumano.
También los blancos no racistas son asombrosamente heroicos, como es el caso del personaje de Kevin Costner, un director de la NASA que valora a su matemática por su intelecto y no por su color de piel, y un astronauta interpretado por Glen Powell, que es casi literalmente una versión del Capitán América.
Todos estos personajes, además, hablan como si fueran conscientes de que en 60 años se hará una película sobre ellos, otra de las marcas de un guión carente de cualquier sutileza o afán sugestivo.
La película se carga de un aire irreal, casi caricaturesco e infantil por su retrato de las relaciones raciales en los 60.
En el caso de los los blancos racistas (particularmente un ingeniero interpretado por Jim Parsons y una supervisora por Kirsten Dunst), también sus personalidades se reducen a esto. No hay en ellos ninguna cualidad remotamente humana ni agradable, ni un gesto que no esté orientado a probar su flagrante racismo.
No quiero decir que no hayan existido realmente racistas así, o que las tres mujeres reales que la película retrata no hayan sido intachables (de hecho su historia y lo que hicieron es genuinamente irable y emocionante), pero con estos elementos el esquema moral y político de la película es extremadamente simplista, hasta tonto.
Una vez ubicada cómodamente en este lugar, la película no hace más que machacar con la misma lógica, por si no nos queda claro lo feo y desagradable que es el racismo; se repite entonces el siguiente esquema de situaciones: a) una de las mujeres negras es víctima de un horrible abuso o humillación racista, b) hace algo excepcional para sobreponerse, ya sea basada en su increíble determinación o su notable inteligencia (o a veces con la ayuda de un hombre blanco no racista), c) lo logra, obteniendo una pequeña sensación de triunfo. Y después nuevamente, una y otra vez, de modo que van conquistando pequeños espacios.
- Nominada a mejor documental en los Premios Óscar: ¿Por qué hay que ver I am not your Negro?
Ganan los buenos
Así, en la película, el racismo y la segregación son un fenómeno cuyo origen y manifestación se produce sencillamente en los individuos racistas, y allí se agota. Casi no hay una dimensión social del problema, probablemente porque el director pensó que eso sería muy difícil de entender para el público.
No creo que sea un spoiler si digo que la película tiene un final feliz: las tres matemáticas de la NASA son finalmente reconocidas por su trabajo y su capacidad, y están involucradas en los grandes logros que la NASA tuvo en esa década.
Pero no solamente eso, sino que sobre el final de la película, los racistas (Jim Parsons y Kirsten Dunst) fueron curados de su racismo.
Las placas del final nos recuerdan que finalmente Mary Jackson (Monáe) se convirtió en la primera ingeniera negra de la NASA, que Dorothy Vaughan (Spencer) fue la primera supervisora negra y que Katherine Johnson trabajó en las misiones Apolo 11 y Apolo 13, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad en 2015 y que una nueva instalación de la NASA fue nombrada en su honor.
Ganaron los buenos, se derrotó al racismo.
Ciertamente la historia de Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson es inspiradora, y sus logros muy significativos en la lucha por la igualdad, pero Talentos Ocultos se las arregló para remover la fuerza y la emoción de la historia con su enfoque simplista y panfletario de un mensaje que es obviamente compartible.
El problema es que se trata de un caso, como se dice habitualmente, de «preaching to the choir», de prédica dirigida a los ya convencidos. Una película con un mensaje reafirmativo y de autofelicitación, en última instancia anodino.
Una película que muestra que la sociedad de los Estados Unidos era horriblemente racista, pero al mismo tiempo hacía posible que los sueños se hicieran realidad para aquellos dispuestos a superar obstáculos (ayudados por personas ejemplares, porque no todos eran así).
Una película análoga por su contenido y su valor a uno de los discursos que escucharemos en la próxima ceremonia de los Premios Oscar, pero que en cambio dura dos horas y costó muchísimo más dinero.
- Premios Oscar 2017: 8 datos curiosos sobre los nominados que deberías saber