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Tiroteos

El terrible momento en el que los padres del colegio de Parkland supieron que sus hijos estaban entre los muertos

Los padres de los alumnos de la secundaria Marjory Stoneman Douglas vivieron horas angustiantes para que les informaran si sus hijos estaban sanos y salvos, heridos o muertos. Pasadas las 12:00 de la noche el FBI les comunicó la lista definitiva de los fallecidos.
Por: Luis Velarde,
15 Feb 2018 – 08:19 AM EST
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PARKLAND, Florida.- Eran las 4:30 de la tarde cuando comenzaron a llegar al hotel Marriot Heron Bay los autobuses escolares provenientes de la escuela Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida. Dentro, iban cientos de estudiantes que quedaron a salvo del tiroteo que se desató la tarde del miércoles en su escuela secundaria, apenas dos horas antes, y en el que murieron 17 personas.

En el complejo hotelero, ya los esperaban algunos padres que habían sido enviados por la policía a ese lugar para encontrar a sus hijos. Cientos de personas corrían de un lado a otro buscando a algún familiar entre el tumulto. Las autoridades habilitaron unas salas de congresos para recibir a las desesperadas familias.

Seis mesas juntas, con un agente de la policía en cada una, recibían las filas de estudiantes que iban bajando de los autobuses, y en un papel con el membrete del hotel, escribían el nombre, edad y fecha de nacimiento de cada uno de los que iban llegando. También les preguntaban si vieron escenas del tiroteo. Los testigos pasaban a otra sala habilitada para que agentes del FBI los interrogaran sobre el suceso.

En tres horas se reportó la mayoría de los alumnos de la secundaria Stoneman Douglas. Poco a poco se fueron reencontrando con sus familiares que llegaban a recogerlos, quienes los recibían con un fuerte abrazo y lágrimas en los ojos.

Auri Tamayo sorprendió a su hijo por la espalda cuando este estaba narrando lo que sucedió. “Yo escuché los tiros y enseguida supe que se trataba de disparos”, contó el hijo de Tamayo, Julián Benavides, de 14 años.

Al oír el tiroteo, Julián le envió un mensaje a su madre: “Mamá no vengas a buscarme a la escuela, quédate en casa. Hay personas con pistolas aquí”. Ella dice que en ese momento comenzó a orar.

“Gracias a Dios, hijo, Dios mío, gracias a Dios estás bien”, lo abrazaba, le tocaba la cara sin poder creerlo. No todas las historias en ese improvisado pabellón tuvieron el mismo final.

Este es el relato de las fatídicas horas dentro de esa sala de conferencias.

7:30 pm | Traducción al inglés, español y chino

Conforme fueron pasando las horas, el gigantesco salón de conferencias se fue vaciando de estudiantes, y allí quedaron familias que aún no habían escuchado nada de sus hijos. Caras de angustia, mirando para todos lados y revisando el celular cientos de veces con la esperanza de recibir alguna información.

Victoria Olvera se acercó al lugar para buscar a una amiga que no se había reportado, Alaina Petty, de 14 años. Olvera estaba preocupada porque revisó la ubicación del celular de su amiga, y aparecía dentro de la escuela alrededor de las 7:30 de la noche. “Yo sólo espero que haya salido corriendo sin poder coger su celular, espero que sea eso. No sabemos nada de ella ni de Martín, hay personas que nos dicen que los vieron cerca al momento del tiroteo”, dijo.

Martín era Martín Duque, de 14 años, hijo de una pareja de mexicanos quienes esperaban en shock esquinados en el salón, junto a sus otros cuatro hijos de entre 19 y 2 años. Martín es el tercero, sus dos hermanos mayores Miguel y Álex, no dejaban de hacer llamadas y le traducían a sus padres de inglés a español la información que, a cuentagotas, iban dando las autoridades.

Otro niño de 8 años sirvió de traductor entre una familia china que llegó a preguntar por su hijo, y lo único que sabían decir era su nombre: Peter Wang. El niño se encargó de informarle a la policía todos los datos que los chinos le iban proporcionando en su idioma.

8:00 pm | Círculos de oración

La fuerte presencia de agentes de policía se redujo y comenzaron a llegar voluntarios de la Cruz Roja y consejeros de duelo para atender a los familiares de los desaparecidos en la angustiosa espera. Horas antes, la oficina del sheriff del condado de Broward había confirmado que eran 17 los muertos por el tiroteo.

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Las familias de los que aún no habían llegado a casa se agruparon para esperar noticias. Una familia afroamericana formó un círculo y comenzó a rezar en un tono que invadió el enorme y helado salón.

Un grupo de venezolanos que esperaban noticias de Joaquín Oliver, de 17 años, se acomodó en una mesa para rezar el rosario en familia. A solo tres metros, una familia judía hizo un círculo con algunos rabinos que llegaron a acompañarlos.

8:40 | Las esperanzas se reducen

A las 8:40, el sargento Rossman tomó la palabra para pedir a los familiares que enviaran por correo electrónico una foto de su ser querido, con el nombre y la fecha de nacimiento. La idea de las autoridades era agilizar la identificación de los cuerpos que aún permanecían en la escena del crimen.

La desesperación era evidente. Las caras de todos los presentes iban empeorando según pasaba el tiempo. Sus esperanzas se reducían a que sus familiares estuvieran heridos e inconscientes en algún hospital, que aún a esa hora seguían herméticos en cuanto a dar información.

11:40 | "¿Dónde mierda está mi hijo?"

“¿Dónde mierda está mi hijo?”, gritó Manuel Oliver a un agente de sheriff que hacía guardia en la sala de conferencias del Hotel Marriot. De repente, las conversaciones de otros familiares y los rezos del rosario se paralizaron y todos voltearon sus cabezas. El salón donde decenas de familiares esperaban novedades de sus desaparecidos quedó en silencio. “Déjennos saber qué pasa. Déjennos saber a todos”, continuó el padre, que se movía de un lado a otro sin parar.

Oliver ya se había arrodillado en oración, mandado más de una decena de mensajes y esperado cerca de 10 horas sin novedades de su único hijo, Joaquín.

Diez minutos más tarde, Oliver ya no aguanta. No quiere sentarte y camina por toda la sala pidiendo respuestas, pensando en alto. “Necesitamos noticias pronto”, exige.

12:02 am | "Vayan despacio, manténganse en silencio"

Entran varios agentes del sheriff, entre ellos el sargento Brown. “Disculpen por la tardanza“, comienza el policía y les explica que pronto sabrán novedades de sus hijos. Explica que cada familia irá una por una a otra sala para hablar con agentes que les informarán sobre sus hijos. “Por favor, vayan despacio y manténganse en silencio”, les pide.

Manuel Oliver explota otra vez. “Ya son 10 horas”, grita a los policías de la puerta y a quien sea que le escuche. Todos miran al vacío, se agarran la quijada, se cubren la boca y sus ojos se enrojecen. La tensión en la sala aumenta. Muy pronto sabrán si su familiar está herido o muerto.

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12:18 am | La lista está completa, la sala enmudece

Entra una pareja de agentes y, aunque no se presentan, su indumentaria deja en evidencia que son del FBI. La mujer lleva una chaqueta azul y en su espalda dice FBI en letras amarillas. El hombre tiene una placa dorada que brilla cada vez que camina. La lista estaba completa y confirmada. A partir de ese momento llamarían una a una a las familias, para darles información de sus seres queridos.

Se dirigen a una familia de unos cinco . La sala enmudece. Todos ven sus caras y cada movimiento que hacen antes de salir de la sala, como si fuese un callejón de la infamia.

Una a una fueron pasando, y una vez dentro del salón contiguo se escuchaban alaridos y sollozos. En algunos casos sólo hubo silencio. Al otro lado, los que aún no habían sido notificados, esperaban con pánico que los agentes se acercaran a ellos.

Apenas salen, los que se quedan lloran, se agarran de las manos, la cabeza. Algunos empiezan a hablar de otras cosas.

Dos voluntarios de la Cruz Roja entran a la sala de conferencias y se sientan en unos carros portamaletas en silencio. No hay nada que decir.

01:07 am | Siguen las malas noticias

Entra de nuevo la pareja del FBI, a estas alturas de la noche se han convertido en una especie de verdurgos que aparecen cada 15 ó 20 minutos, escogen a una familia y los llevan al salón colindante para arrebatarles lo que más quieren.

Se escuchan gritos y golpes. El padre del alumno que se fue hace unos minutos grita mientras la madre no para de llorar.

La mayoría de los que esperaban han preferido salir de la sala y se han sentado en los pasillos. El silencio de los que esperan hace que los gritos se escuchan más. Padres, amigos, hermanos se cubren la boca.

Ya nadie quiere entrar a esa sala.

01:41 am | Más víctimas fatales

La pareja del FBI reaparece en la sala de conferencia y está vez se dirigen a la familia de Manuel Oliver. Todos enmudecen. Hablan un poco y se los llevan. Pasan los minutos y no hay gritos ni golpes.

La pareja de venezolanos también confirmó que Joaquín Oliver había muerto en el tiroteo.

Seis minutos más tarde: “Por favor, le puede decir alguien a mi hermana qué pasa con su hija. Son las 2 de la mañana. ¿Dónde está? Yo ya lo sé, ya lo sé. Ella es una de las víctimas”, le dice una mujer de avanzada edad a un policía en una puerta de la sala, que se limita a escuchar y a mover la cabeza.

Los padres del estudiante Martín Duque se dirigen a la sala, caminan detrás de la pareja del FBI. Los llantos retumban las paredes. “¡Nooooo! ¡Nooooo!”, se escucha gritar al padre de Duque mientras su madre no deja de llorar. Los familiares que esperaron afuera ya lo saben, forman un círculo y empiezan a llorar.

A la familia de chinos también los llamaron al cuarto de lado para contarles lo peor. Peter Wang había muerto.

03:00 am | El nadador

El FBI a a una de las últimas familias, la de Nicholas Dworet, de 17 años, un hijo de suecos criado en EEUU. Sus padres esperaron toda la noche junto a los compañeros del equipo de natación de su hijo. Hace tres semanas, Dworet se había ganado una beca por natación para ir a la Universidad de Indiana.

“Esto es trágico, era un gran muchacho, un líder, y recién estábamos celebrando su triunfo para ir a una universidad. Estamos devastados”, dice su profesor de natación.

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