Por qué este hotel para migrantes en Mexicali es distinto a otros refugios en la frontera
MEXICALI, México.– "¿Me podrías ayudar con algo? Con lo que sea...". Josué García tiene hambre. Es el quinto migrante centroamericano que esta tarde pide dinero a quienes visitan el Hotel del Migrante, un lúgubre albergue en Mexicali que está lleno de averías y sueños rotos.
Josué, un hondureño de 22 años, lleva cuatro días en este centro y ya no tiene dinero para comprar ni siquiera el desayuno. Si estuviera en un refugio de Tijuana ya le habrían dado de comer sin pagar, si fuera mexicano podría trabajar legalmente para ganarse unos pesos y si fuera deportado quizás recibiría el apoyo económico de su esposa, hijos o de los amigos que se quedaron en Estados Unidos.
Pero Josué no viene de EEUU sino de Honduras, está en una ciudad que ofrece poca asistencia a los migrantes y es un blanco fácil de los policías corruptos porque es indocumentado en México. Según él, solo le quedan dos opciones: brincar la barda fronteriza a tres cuadras del centro o volverse a montar al tren de carga apodado 'El Diablo', esta vez para regresar a su país.
En esa situación se encuentran varios centroamericanos que se hospedan en el Hotel del Migrante. Por eso, aquí la desesperación se respira en los cuartos y en los pasillos.
"En Honduras hay mucha delincuencia, los pandilleros quieren que trabajes para ellos robando y vendiendo droga. Muchos evitamos problemas y por eso salimos de nuestro país", dice Josué, quien viste una camiseta descolorida, unos shorts viejos y unas sandalias gastadas.
Allá se ganaba la vida como ayudante de albañil y tenía un sueldo de 3 dólares diarios. Asegura que además de la pobreza, lo expulsaron los sanguinarios pandilleros de la Mara Salvatrucha (MS-13), que lo han acechado desde que estudiaba la secundaria. "Es un sufrimiento vivir allá", lamenta.
De Capone a los refugiados
La tristeza no siempre invadió este hotel, ni era vecino de cantinas y prostíbulos de mala muerte. Abrió en los años 30 y entonces sus habitaciones eran alquiladas por millonarios y hombres de negocios estadounidenses que disfrutaban de las casas de apuestas, bares de lujo y shows de bailarinas exóticas que se ofrecían en el centro histórico. En esa época de bonanza se llamaba Hotel Centenario.
Sus es cuentan que durante el período de la Ley Seca en EEUU (de 1920 a 1933) hospedó al mafioso Al Capone, quien solía visitar un casino que se encontraba justo al frente.
Cuando la zona perdió glamur el Hotel Centenario terminó en el abandono y durante muchos años se volvió una guarida de criminales. Finalmente, en enero de 2010, la organización Ángeles sin Fronteras comenzó a rentar el edificio para ofrecer ayuda humanitaria a los mexicanos que eran deportados durante la madrugada por la istración de Barack Obama.
"Este era un hotel en ruinas. Lo fuimos remodelando con apoyos que nos ha dado el gobierno en diferentes años. Aquí antes vivían delincuentes, pero nosotros cambiamos la imagen del hotel, le dimos vida", dice la directora del refugio, Isabel Romero.
A pesar de los esfuerzos, el edificio está en malas condiciones: cortinas y cobijas hacen de puertas y ventanas, urge remodelarlo y pintarlo, además carece de ventilación para sobrellevar los sofocantes veranos.
Durante la visita de Univision Noticias, el termómetro marcaba 106 grados Fahrenheit en Mexicali, famosa por tener el clima más sofocante de todo México. En los pasillos del refugio dos enormes ventiladores habían dejado de refrescar y solo expulsaban aire caliente. Nadie se quejaba de eso. La principal preocupación era otra: llegar lo antes posible a EEUU.
Quien toca sus puertas recibe un lugar para dormir, donde sea pero un lugar, incluso en los corredores o en la azotea. Algunas noches ahí han dormido hasta 700 personas, 100 más que su capacidad máxima. Esa cifra se alcanzó el año pasado, cuando llegaron miles de haitianos tratando de pedir asilo a EEUU.
Ahora son más los centroamericanos que reciben y entre estos, la gran mayoría viene de Honduras. Cada vez ayudan a menos deportados –entre 20 y 30 llegan cada día– y su perfil ha cambiado. "Es gente que tenía muchos años, salen tristes porque saben que nunca más van a regresar a Estados Unidos y que allá tienen a toda su familia", señala Romero.
También llegan familias
Casi todos los huéspedes son hombres jóvenes, aunque también piden ayuda mujeres y niños.
"Hace unos días se fue una familia con seis niños. Se les hizo duro estar aquí. Les dieron dinero para el bus y se regresaron, pero se fueron al Estado de México", indicó Romero, refiriéndose al programa del gobierno mexicano que paga el pasaje de sus paisanos deportados para que puedan regresar a sus comunidades de origen tras ser expulsados de Estados Unidos.
Los primeros seis días el hotel Ángeles sin Fronteras no cobra el hospedaje, pero después pide una cuota diaria de 30 pesos (1.5 dólares) y venden comida a bajo costo en una fonda que se encuentra en la planta baja. De esta manera intentan reunir el alquiler del edificio, que son 32,000 pesos o 1,600 dólares al mes. El suministro de agua se los otorga el gobierno local, pero no les condonan el consumo de electricidad: tienen una deuda de 200,000 pesos (10,000 dólares).
Para conseguir la cuota para el hospedaje, los migrantes trabajan lavando carros, cargando productos en un mercado cercano, en la jardinería o limpiando casas. En casos extremos, piden limosna en las calles.
A la directora del centro le sobran anécdotas sobre lo mal que la pasan los migrantes en Mexicali. "La semana pasada unos policías municipales nos trajeron a cuatro migrantes moribundos que encontraron en el desierto. Apenas se recuperaron se fueron, porque traen la mentalidad de que así mueran intentando cruzar la frontera van a seguir", comentó.
Romero cuenta que han expulsado a pandilleros, porque se enfrascan en pleitos con facilidad. Las reglas del albergue son respetar a los demás, no drogarse y no robar.
"El sueño americano se acabó para mí"
A diferencia de los albergues de Tijuana, en el Hotel del Migrante no hay límite de estancia.
El acapulqueño Gabriel Juárez, a quien apodan 'El Negro', vive ahí desde hace ocho años, ayudando en los quehaceres del refugio. Relata que fue indigente durante tres años y se perdió bebiendo un potente mezcal llamado 'Tonayán'. Volvió cuando lo rescataron sus amigos. "Llevo limpio (sobrio) ocho meses. No he tomado ni una gota de alcohol, me siento mucho mejor", señala.
Gabriel vivió en varios estados de EEUU hasta que lo deportaron en 2010 y ya no quiso volver a cruzar la frontera. Tampoco regresó a su tierra. "Aquí estoy bien, allá está muy cara la vida", comenta.
Este hombre de 41 años vive de milagro. Otros que llegaron a Mexicali con él han muerto apuñalados. "Me quedé aquí porque no tengo dónde vivir", dice quien se gana la comida del centro lavando cobijas.
Ahora este mexicano da consejos a los que llegan en la ruta de tren 'El Diablo' y pasan los días planeando cruzar hacia a EEUU. "Les digo que el desierto está cabrón, que cambia el clima y que hay culebras", comenta.
Juárez falló en cuatro intentos. No pudo con 'la Migra'. "El sueño americano se acabó para mí", dice.
Para el activista Hugo Castro, el gobierno mexicano no ha hecho nada por atender la situación de los deportados y centroamericanos en Mexicali. "Es una crisis humanitaria y no se ha implementado un programa asistencial. Es una muerte lenta que están pasando miles de migrantes en la frontera", dijo.
Irvin Romero suma 10 días en el Hotel del Migrante. Es hondureño y tiene 21 años. Las últimas dos noches las ha pasado en la copa de un árbol que pega con la barda fronteriza. Desde ahí estuvo vigilando a la Patrulla Fronteriza. No tiene 10,000 dólares para que un coyote lo cruce.
La MS-13 ya lo sentenció a muerte porque no les entregó una parte de su sueldo como chofer de autobús, afirma este joven que trata de reunirse con un amigo que vive en el estado de Texas.
"Seguiré regresando a ese árbol las veces que sean necesarias hasta que pueda llegar a Texas. Pero yo para Honduras no regreso", dice.